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A flor de piel ‘Se levanta el viento’

MARIAN CASABLANCAS |

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La fecha se encontraba marcada en el calendario meses atrás, el 27 de febrero era una fecha esperada para cinéfilos  y seguidores de Studio Ghibli, pues se presentaría como plato principal del Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) Se levanta el viento, la última película del director Hayao Miyazaki.

La cita era a las 8 de la noche, pero para encontrar un excelente lugar había que llegar con varias horas de anticipación. Una servidora llegó dos horas antes de la proyección, pensando conseguir un lugar decente para acomodarse. Al llegar a la Plaza de Santo Domingo sólo cabía en mí una expresión de asombro al ver la hermosa vista que nos regalaba el Centro Histórico: una catedral iluminada majestuosamente y frente a ella, una pantalla gigante que prometía una vista perfecta desde cualquier punto de dicho espacio.

La primera sección de la Plaza estaba completamente llena de personas, algunas en las sillas que proporcionó el festival, y otras (la gran mayoría) de pie. En la segunda sección, la Plaza principal se encontraba llena de espectadores que optaron por no hacer más bulto y tomar un asiento en el piso, aunque de vez en vez se escuchaban gritos gracias a las cucarachas voladoras que deambulaban por allí.

A un costado de la maravillosa pantalla, el Palacio de Medicina albergaba a múltiples celebridades del ámbito cinematográfico, delegados de gobierno, organizadores del evento y medios de comunicación. En este recinto se dio la bienvenida a la nueva edición del festival; asimismo, se premió a los participantes de los diferentes concursos del área visual que se dieron previo al festival y después de los aplausos, un grito ensordecedor al ver subir al rector de la U.N.A.M, José Narro Robles.

“¡Asesino!”

“¡Fascista!”

Fueron algunos de los gritos que se escucharon en la apertura del Festival Internacional de Cine de la UNAM.

Y mientras el infierno se desataba, la gente que esperaba la película ni siquiera se enteró de dicho caos; su única expectativa era ver perfectamente Se levanta el viento.

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Chicas japonesas sentadas de rodillas, madres con sus hijos pequeños, gente de abolengo bajando de camionetas blindadas manejadas por chóferes, todo esto y más en una homogeneidad, la cual sólo los festivales o el fanatismo hacia algo pueden crear;  todos estos olores y colores del Centro y la gente alrededor se hicieron presentes en la postal de una plaza al anochecer.

Y por fin, la hora acordada llegó; unos cuantos comerciales hicieron que la gente entrara en tensión y expectativa al ver la pantalla teñirse de negro, la multitud se unió en un silencio casi mortuorio.

“La película no empieza hasta que el Totoro salga”, le expresé a mi acompañante recibiendo las miradas de muchas personas que se encontraban a mi alrededor sentadas. En ese momento, la pantalla azul con un Totoro gigante apareció y fue así como los días y horas de espera terminaron, la primera proyección  de Se levanta el viento a los ojos de un público americano de habla hispana daba inicio.

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Al terminar la proyección se hizo inevitable la pregunta obligada: ¿cumplió con las expectativas la película?

La realidad es que sí. Posee un guion bien estructurado y adaptado; pese a que la película es de corte histórico y muestra al Japón de la Segunda Guerra Mundial, también mezcla creativamente la historia de amor del personaje central.

Como todas las películas de Studio Ghibli, Se levanta el viento cuenta con una animación de los paisajes única. He de reconocer que ninguna otra casa animadora puede recrear los paisajes boscosos y, sobre todo, el agua como Ghibli.

Aunque muchos pueden reclamar que las películas animadas están creadas para el entretenimiento infantil, en el caso de Studio Ghibli no ocurre tal cosa (por lo menos de la mayoría de todas sus películas). Se levanta el viento es una historia trágica de amor, un amor que envuelve las carencias y enfermedades de la época, y al mismo tiempo maneja temáticas bélicas y antecedentes de la Segunda Guerra Mundial narrada desde el punto de vista nipón.

Imaginar un Japón carente de tecnología y sumido en la pobreza se podría volver una imagen poco creíble en nuestras fechas. Sin embargo, la trama misma y la animación tienen ese poder para arrastrarnos a lo irreal sin cuestionarlo. Esto y más es lo que hemos podido disfrutar de esta película, aunque lo más valioso ha sido conocer a un personaje sumamente sensible que nos muestra que soñar nos ayuda a averiguar lo que viene para nosotros mismos, y lo ha logrado mostrándonos una moraleja muy dolorosa y real: “en ocasiones se puede ganar y perder al mismo tiempo…”

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Sin duda ésta, la última película como director de Hayao Miyazaki, es la más profunda (en cuanto a historia) de toda su filmografía. Quizá no es la más entretenida, pues posee lapsos donde no sucede particularmente nada, pero al final es una película que hay que ver, y a muchos seguro les sacará más de un suspiro la relación entre Jiro y Nahoko.

A partir del 24 de julio de este año, podrán disfrutar de esta película en cartelera comercial:

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FICHA TÉCNICA
Título original: Kaze tachinu
Año: 2013
Duración: 126 mins.
Género: Animación, Drama
País: Japón
Director: Hayao Miyazaki
Guión: Hayao Miyazaki
Reparto: Hideaki Anno, Jun Kunimura

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Marian Casablancas
Crazy cat lady, fiel fan de Ghibli, trotamundos y fotógrafa. Gustosa columnista desde 2013, seguidora de todo lo kawaii, llega al Vortex para dar lo mejor de sí a todos los lectores.

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