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‘Ender’s Game’: ¿Alguien quiere pensar en los niños?

Por Dr. Jabberwocky |

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Tarde la descubrí, lo admito. Lleva casi tres semanas en cartelera y ha sido ninguneada por la crítica, aunque hay un por qué. Es muy probable que la gente involucrada en el desarrollo de esta cinta no haya visto lo mismo que nosotros y ese es el gran poder reflexivo en su haber, aun con el torpe encausamiento del guión en la pantalla y sus deslumbrantes salpicaduras efectistas por aquí y por allí, pero, para qué hablar de efectos especiales si en todo caso al cine acudimos por lo sustancial y lo consistente. 

No me cabe duda de que, muy en lo profundo, no tienen idea de qué bestia -en sentido estrictamente alegórico- parieron. No, no se trata de una fiera mastodóntica, sino de un niño con inteligencia, curiosidad y una palpable humanidad, he allí la valía de esta cinta y su argumento.

Confieso que antes de ver el primer tráiler, jamás había escuchado el nombre de Orson Scott Card y mucho menos me había tomado el tiempo de hojear alguna de sus obras.

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Así, con bríos de curiosidad y los ánimos de un neófito, aprecié sin más preámbulos el filme, muy a pesar de las reacciones encontradas por parte del público en general y me cuestioné:

¿Qué es la vida? ¿Se trata acaso de un juego tal como el cine, las series u otros simulacros nos han hecho creer? Las preguntas van más enfocadas a la vida de una persona en específico que a ese hálito existencial encargado de animarnos en este mundo.

Ender Wiggins (Asa Butterfield) fue sujeto a una madurez acelerada, se le obligó a crecer y a enfrentar la toma de decisiones que -al parecer- un adulto no podía tomar, quizá por ser un mancebo presionado por la acción antes que por el razonamiento, pese a tener una inteligencia superior a lo normal y ni con su valentona suspicacia pudo zafarse de ser una marioneta de su entorno.

Al apreciar sus circunstancias nos damos cuenta que fuimos muy afortunados, pues nuestra mayor preocupación era no aprobar matemáticas. Claro, cada quien habla como le fue en la feria, sin embargo tenemos suerte de no haber tenido siquiera idea remota sobre ciertas respuestas trascendentales.

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Más suerte la nuestra incluso al tener adultos ignorantes e indispuestos. ¿Cuándo un maestro iba a discutir acaloradamente sobre la existencia y la moral con un mocoso preguntón? Eso por un lado; por el otro, no es como si los adultos hubieran tenido las ganas de jugar al agorero o que hubieran poseído dichas respuestas. Lo mejor que hicieron fue dejarnos crecer y dejarnos enredarnos con temas imposibles por los siglos de los siglos.

El caso de Ender fue diferente. Alejado de su familia desde chico, se le educó para creer que era el elegido para salvar al mundo y que, en efecto, ese era su propósito. El Coronel Graff, encarnado por el eterno Harrison Ford, no es sino una alegoría de la autocracia y el orden, la figura paternal, desquiciada y castrante más cercana a Ender.

Por si fuera poco, es sometido a pruebas que involucran el asedio de sus compañeros, así como la puesta al límite de su resistencia, corporal y mental. ¿Puede un niño aguantar todo eso? La forma en la que Ender es adiestrado inevitablemente remite al paulatino adoctrinamiento del lado oscuro en Anakin Skywalker, hecho consumado gracias a la negativa influencia de Darth Sidious en la saga de Star Wars, con la diferencia de que en Ender’s Game no hay buenos ni malos,  en todo caso la imbecilidad humana se refleja como un color de muchos matices y para muestra real están los triunfos del espionaje denunciados por Edward Snowden.

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La astucia del joven al frente de la flota espacial en contra de los Formics, raza insectoide extraterrestre que intentó colonizar la Tierra anteriormente, se ve constreñida por los intereses de Graff, quien ve en él al mesías. Aquí, justo en este punto es donde los valores éticos y morales no se desdibujan pero adquieren el tono polémico que enriquece al argumento y hace de ésta una cinta de valía, pues como casi siempre, la violencia es la consecuencia de la falta de comunicación y consenso.

Pongamos en relieve las siguientes ideas: la inocencia de un niño es sacrificada por un futuro mejor para todos; sin embargo, la salvación de la raza humana es un arma de doble filo, pues la “paz” sólo se consigue mediante la violencia, la muerte y el genocidio; atando cabos, entendemos pronto que el salvador simboliza un arma de destrucción masiva a la cual se le llena de un discurso político equis  y de retórica moralista para controlar y condicionar sus actos.

La decepción y la culpa juegan un papel preponderante en el ascenso de Ender, tal como el plan de Graff y Mazer Rackham, legendario héroe de la Primera Guerra Fórmica e interpretado por Sir Ben Kingsley, fue estructurado, así, con el tono más pavloviano posible. La decepción de Ender se hace evidente cuando, como con Neo en The Matrix, le es revelado que no es el primer “Elegido” que ha sido entrenado para salvar al mundo, aunque hay una ligera esperanza en su triunfo a diferencia de sus antecesores.

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El tema central de la cinta y su resultado sobrepasan el trampantojo apreciado en la pantalla, es decir, lo visto por el ojo de forma tan lineal y literal es excedido por su propio símbolo, uno que apela a la emotividad y la misericordia y que, por fortuna, es tan actual que no ha sido devorado aún por la aplastante asemia de la retórica occidental.

Envuelto en una maraña onírica (El Juego de la Mente), en la cual, Ender está obligado a confrontar la respuesta de su psique con las órdenes de sus superiores, el resultado no hace sino dejarnos pensando en el estatus de la milicia y el aparato coercitivo del Estado, en donde la política de disparar primero y preguntar después, ha dado pie a la justificación de grandes masacres y guerras en todo el mundo.

Incluso en un momento, es inevitable no comparar Elysium y District 9 (ambas del director Neill Blomkamp) con el argumento de este filme, pues, a fin de cuentas, la intolerancia es el motor de todos los eventos; sin embargo, la cinta protagonizada por Butterfield sólo alcanza a mostrar superficialmente el grado de manipulación y adoctrinamiento por parte del Estado a sus cuerpos, a quienes se les debe extirpar todo rastro de individualidad al aplastar sus espíritus, en pro de una alienación de carácter incuestionable. Ello implica tan sólo la semilla de la injusticia y el catalizador para acelerar una agenda en la que convergen intereses políticos y económicos.

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Tristemente, el filme se queda cortísimo de acuerdo a su propuesta. Carece de ese punch épico que los cinéfilos de la ciencia ficción buscan en una película de este subgénero fantástico -aunque no por ello es malo, yo lo agradezco-, pero además, hay una ausencia de pasión en la realización del largometraje, en especial porque la historia entera no cupo en el guión y porque, aunque no es para culpar únicamente al director Gavin Hood (quien tiene en su currículo a la galardonada Tsotsi de 2005 y a la infame X-Men Origins: Wolverine), las actuaciones de Ford, Kingsley y Viola Davis no entregaron nada memorable ¿será que después de determinada edad los actores se vuelven conformistas o dejan de demandarse histrionismo?

Ender’s Game al final trastoca esos temas de vital importancia para la sociedad, un tipo de ciencia ficción fuerte que no se logra ver reflejada en pantalla pero que, de menos, nos pone a reflexionar el que los niños sean el futuro del mundo ¿cómo los estamos criando? ¿qué les estamos enseñando? Es necesario continuar el debate de la violencia en los videojuegos, no sin ser críticos al respecto. ¿A qué clase de simulación los estamos sometiendo? Y, en especial ¿el panorama actual ofrecido por el mundo del entretenimiento fomenta en ellos el respeto a la vida o sólo estamos preparando máquinas asesinas de cara al futuro?

Cuando una serie de hechos marcan el final de la inocencia, el esperanzador mensaje de Ender’s Game nos alienta a asimilar la resignación, pero también a crecer, enderezar la postura y no mirar atrás, pues la absolución no se encuentra en el pasado. Posiblemente no haya secuelas de esta cinta y quizá sea para bien, sin embargo la intriga sobre el destino de este joven puede motivarnos a hacerle justicia al buscar asilo en la literatura, ese mundo infinito de donde Ender Wiggins jamás debió de haber escapado.

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FICHA TÉCNICA
Título original: Ender’s Game
Año: 2013
Duración: 114 min.
Género: Ciencia ficción
País: Estados Unidos
Director: Gavin Hood
Guión: Gavin Hood (Novela: Orson Scott Card)
Música: Steve Jablonskyd
Fotografía: Donald McAlpined
Reparto: Asa Butterfield, Harrison Ford, Hailee Steinfeld, Ben Kingsley, Viola Davis

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Dr. Jabberwocky
Crítico. Cínico. Excéntrico. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y editor de 'El Vortex'; devorador de cultura y cazador de sensaciones. Lo único que amo más en el mundo además de ver y oír, es escribir. Soy fanático from hell de la ciencia ficción, el horror, la comedia romántica, los super héroes y las secuencias de acción. Mi mente está hecha de salchicha con mucho chocolate, mermelada, imágenes en blanco y negro y grandes dosis de espías, Lovecraft, Buffy the Vampire Slayer y Doctor Who.

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