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Abracadabra, esto no es Hogwarts: ‘American Horror Story: Coven’

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Por DR. JABBERWOCKY |

La ambiciosa serie del productor Ryan Murphy, quien es también conocido por su trabajo en Glee y Nip/Tuck, recién ha comenzado su tercera temporada con aires de grandeza y muchas promesas para los “seriéfilos” que seguimos este show desde hace ya casi tres años.

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Si bien la primera temporada nos presentó una trama asentada en los extraños y cíclicos sucesos ocurridos en la Murder House y en la segunda vimos una diversificación de oscuras subtramas que se desarrollaron en el Asilo Briarcliff, es fácil recordar que ambos casos sufrieron de agujeros argumentales en los cuales mucho fue dejado al aire o peor, fue resuelto por una suerte de deus ex machina como ya es costumbre en todas las series producidas por Murphy, aunque hacia la segunda temporada, Asylum, el efecto de lo inexplicable heredado de la mítica Twilight Zone, logró de menos permear efectivamente en la narrativa.

Por fortuna la tercera temporada está mostrando signos de notable madurez. Su argumento es mucho más sólido y carece de la anterior saturación de subtramas. Ésta presenta una idea que, aunque disparatada, es suficiente para poner a actrices de la talla de Angela Bassett y Jessica Lange, en tensas escenas por la pugna del poder en Nueva Orleans: brujería convencional contra magia vudú -no, no son la misma mierda cosa.

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Aprovechando la época del año, American Horror Story: Coven aborda la supervivencia de una cofradía cuyo linaje desciende de las mujeres enjuiciadas en Salem. En cada generación nacen brujas con talentosas habilidades sobrenaturales, sin embargo, sólo una es la elegida para liderar el aquelarre, una mujer en todo el mundo conocida como La Suprema.  Por si fuera poco, las herederas de Salem se encuentran en constante guerra con el clan que practica la religión vudú, de donde el poder de las brujas de Salem proviene.

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Esto no es Hogwarts

Por un lado está Zoe Benson (Taissa Farmiga), una chica cuya habilidad mágica hace alegoría a la vagina dentata, dado que puede asesinar a su pareja al consumar la intimidad. En un giro melodramático se enamora de Kyle Spencer (Evan Peters), un fratboy asesinado -en una escena que emula la ira de Carrie White- a causa de la venganza efectuada por Madison Montgomery (Emma Roberts), una provocadora celebridad con poderes telekinéticos -¿alguien recuerda Charmed?- e “hijoputez” exacerbada, que fue víctima de violación tumultuaria hacia la mitad del primer episodio, “Bitchcraft”.

La escuela a la que Zoe y Madison asisten es dirigida por Delia Foxx, una ingenua mujer experimentada en la herbolaria que sucede ser la hija de La Suprema, Fiona Goode (Jessica Lange). Entre las alumnas están Queenie (Gabourey Sidibe o “Precious” para la banda), una muñeca vudú viviente que tiene problemas de autoestima por su sobrepeso, y Nan, una clarividente con síndrome de Down. Además, en los pantanos reside una bruja enigmática de nombre Misty Day, quien revive inesperadamente tras ser quemada en la hoguera por fanáticos religiosos.

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Finalmente, la trama principal se centra en Fiona, cuya búsqueda de la vida eterna y la juventud la llevarán a cruzar caminos con la sádica Madame Delphine LaLaurie (Kathy Bates), una aristócrata del S. XIX que tras torturar y coser una cabeza de toro al cuello del amante de Marie Laveau (Angela Bassett), se vuelve presa de la venganza de esta Reina Vudú, quien la castiga con la vida eterna y la encierra en un ataúd bajo tierra hasta ser encontrada por Fiona en la actualidad.

Es indudable que American Horror Story: Coven está en deuda. Sus alusiones no pasan desapercibidas. La sola idea de tener una escuela de brujería que además sirve de refugio para las personas con poderes nos remite inmediatamente a Hogwarts, la institución mágica creada por J.K. Rowling o incluso a la Escuela Charles Xavier Para Niños Superdotados, la cual alberga a los héroes más discriminados e incomprendidos de Marvel, los X-Men.

Si contamos cada detalle minuciosamente también encontraremos guiños a series como Charmed, Sabrina the Teenage Witch, Buffy the Vampire Slayer (por eso de “en cada generación hay una elegida”) e incluso, dado el oscuro tono de la serie, hasta podríamos compararla con la prematuramente extinta HEX, serie británica que entre otras cosas sirvió para catapultar a Michael Fassbender a papeles más ambiciosos gracias a su interpretación de Azazeal, un ángel caído que vino a la Tierra para procrear al Anticristo con una bruja.

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En fin, las comparaciones no se hacen esperar. Podríamos revisar Las brujas de Salem de Arthur Miller (en cuya adaptación cinematográfica de 1996 apareció también Frances Conroy, actriz habitual de American Horror Story) o el aquelarre descrito en Fausto de Goethe; la cinta The Witches of Eastwick de 1987, en donde tres mujeres con habilidades mágicas (Cher, Susan Sarandon y Michelle Pfeiffer) son seducidas por el diablo (Jack Nicholson); el filme de culto, The Craft (“Jóvenes Brujas”), en la cual cuatro chicas recurren a la brujería para su propia ganancia, no sin enfrentar terribles consecuencias; asimismo hay guiños a Suspiria (1977) de Dario Argento, Antichrist (2009) de Lars von Trier y más notablemente a la estética de Lords of Salem (2012), dirigida por Rob Zombie;

La inolvidable The Witches (1990), la cual está inspirada en la obra homónima de Roald Dahl y en donde Anjelica Houston interpreta a La Gran Bruja; The Skeleton Key (2005) donde la actriz Kate Hudson debe sobrevivir a los extraños rituales hudu que se llevan a cabo en la casa de Nueva Orleans donde cuida de un anciano; o también podemos ir hacia atrás hasta la dicotomía entre la Bruja Buena del Norte y la Bruja Mala del Oeste en The Wonderful Wizard of Oz de L. Frank Baum y sus adaptaciones posteriores;  la lista de brujas es infinita. Entonces, a todo esto, ¿tiene American Horror Story: Coven algo que no hayamos visto ya?

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There is a House in New Orleans…

Para este momento ya he visto los primeros tres episodios de Coven -encontrarán unos cuantos SPOILERS más adelante– y puedo garantizar una sola cosa: frenesí. En un tiempo en el que la televisión está anegada de series con temática sobrenatural y criaturas de la noche, esta tercera temporada resulta refrescante.

Teen Wolf, Dracula, Sleepy Hollow, The Walking Dead, True Blood, The Vampire Diaries, Grimm, Hemlock GroveLost Girl, Being Human y próximamente la adaptación de Constantine… el imaginario televisivo no mandó a descansar a los clásicos de horror al terminar Charmed; no pasaron de moda y mucho menos se reinventaron para ser más aterradores, por el contrario, se tomaron un respiro y se vistieron de efectos especiales para aparentar perfeccionamiento técnico, pero el espectáculo debe continuar porque el público no se cansa de criaturas monstruosas, en todo caso se cansa de Twilight.

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El manierismo está latente en la televisión dada la demanda cultural que lo desconocido tiene en nuestras vidas. Y pese a ello, las series citadas antes difícilmente llegan a alcanzar el nivel hipnótico y agresivo que American Horror Story ha tenido durante tres años consecutivos -con excepción quizá de The Walking Dead que aun en su sanguinolento proceder, posee una tensión sólo menguante debido a su atolondrado ritmo argumental.

Murphy gusta del desfile de horrores, donde mujeres -aunque los hombres no se escapan del esquema preparado por él- con atributos extra normales hacen su aparición. Deben ser “extrañas desde la concepción”, anómalas para el ojo conservador/observador. En Murder House estaba la chica suicida y la mucama senil y sensual (guiño a The Shining); en Asylum la periodista lesbiana, la monja sádica, la ninfómana y la religiosa poseída por el diablo; y el brillante toque del showrunner: jóvenes con síndrome de down, normalizadas bajo el místico halo de la pantalla chica.

Si bien podríamos considerarlo el Tod Browning actual, está lejos todavía de emular las teratologías de Cronenberg, aunque no sería sorpresa que siguiera ese camino. En Coven todos los personajes son simplemente anómalos, por ello también impresionan.

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En tan sólo tres episodios hubo momentos insuperables y podría decirse, con afán de abusar del adjetivo hasta el cansancio, épicos. Ver a Jessica Lange actuar de mujer fatal no es nada nuevo, pero mirar a su personaje asesinar a sangre fría a la joven Madison, tan sólo por celos profesionales, derivó en un instante poco usual en un episodio televisivo y nos habla de una serie abyecta, que va al grano y dice las cosas tal y como son en orden de progresar con el argumento.

El tercer episodio, “The Replacements”, fue parteaguas  para una narración más ágil, sólida e impactante: Queenie tocando sus partes íntimas en busca de seducir al Minotauro enviado por Laveau para asesinar a LaLaurie; el traumatizado Kyle siendo abusado sexualmente por su madre; Madison coqueteando con el vecino recién llegado y enfrentar a su religiosa madre (Patti Lupone); la ingenua Delia pidiendo ayuda a Marie Laveau para concebir un hijo en un ritual frenético; Madame LaLaurie expresando abiertamente sus prejuicios raciales en una hilarante escena donde se entera que un negro es el Presidente de Estados Unidos.

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En AHS, todo es insólito y caótico.

El sexo y su celebración: ¿Hay brujas buenas y brujas malas?

Hablar de brujas implica explorar la mitificación del sexo. El magnetismo carnal de Madison es tan sólo superado por la maldición que ejercen las relaciones íntimas sobre Zoe, aunque ello también signifique una superioridad no sólo física, sino social.

En la antigüedad las brujas eran tildadas de herejes, concubinas del diablo y devotas a los actos lúbricos. Solían entregar su cuerpo al frenesí a cambio de control sobre la naturaleza y la habilidad de lanzar maldiciones o encantamientos, así como manifestar poderes curativos.

Sin embargo, esta mitificación sexual en la cual la figura de la bruja está inmersa, es tan antigua como la representación de Lilith en la tradición judeocristiana, la presencia de Circe, Medea y Hécate en los mitos griegos o los rituales mistéricos dedicados al culto de Dioniso, los cuales culminaban en una celebración orgiástica y sangrienta.

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La bruja es un símbolo de lo desconocido que ha marcado profundamente a la cultura, están presentes en Shakespeare y también fueron el chivo expiatorio de la Inquisición. Tampoco podemos olvidar su unidad real en tanto personificación de la naturaleza: Doncella (la Virgen), Madre (la fertilidad sexual), Anciana (la sabiduría y la decadencia, el otoño); son los papeles que juega La Suprema en AHS. Cuando una nueva Suprema aparece, los poderes y la vida de la anterior comienzan a marchitarse. Este ciclo hace que nos cuestionemos ¿quién será la siguiente elegida? ¿Madison? ¿Zoe? ¿Misty? Mientras Fiona acapare el poder no habrá balance, ese es el núcleo de todo el argumento.

AHS retoma no sólo esta impresión del sexo, también su celebración, es decir, la fiesta, en tanto desborde de los límites y advenimiento del frenesí, también se halla presente en los rituales vudú, tal como la serie de Murphy lo ha reinterpretado, aunque quizá no de una forma tan glamurosa como presentan, entre otras cosas, a Marie Laveau, la santa patrona de esta religión.

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El desfile de fenómenos en Coven es una escenificación de dicha celebración adaptada al paroxismo del horror norteamericano, pero, ¿en verdad podemos considerar que hay brujas buenas y brujas malas tal como L. Frank Baum lo planteó? Este programa navega en un área gris llena de ambición por placeres mundanos que nada tienen que ver con la espiritualidad, es decir, apreciamos un espectáculo narrado convencionalmente.

Y de eso trata nuestra concepción mundana de la religiosidad, la magia y la liturgia de lo profano y lo herético. La curiosidad nos hace imaginar las cosas justo como no son, tanteando un poco esa línea divisoria entre lo posible y lo imposible, lo insólito, la vida, la muerte y la resurrección, tal ejemplo se muestra en la escena donde Kyle es traído de vuelta a la vida por Zoe y Madison en el episodio “Boy Parts”, momento que hace alusión a los mitos de desmembramiento, pero también al Frankenstein de Mary Shelly y por supuesto al filme Practical Magic (1998) protagonizado por Nicole Kidman y Sandra Bullock.

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¿Hay vida después de Breaking Bad?

Definitivamente. Muchos quedamos deprimidos al finalizar la historia de Walter White. Breaking Bad reside en el panteón de las series divinas, pero la pregunta que importa aquí es ¿cómo seguir adelante? American Horror Story: Coven significa un primer paso en esa dirección.

Sí, son series incomparables. Mientras Breaking Bad fue para la televisión lo que una tragedia griega para la literatura, American Horror Story siempre se ha debatido entre la re-figuración contemporánea de la moda gótica decimonónica y un espectáculo retorcido e incoherente que satisface a unos y a otros tantos los deja hartos.

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En esta tercera temporada la cereza del pastel son las brillantes actuaciones de intérpretes polifacéticas, desde Lily Rabe, que encarna a Misty Day, una bruja trastornada y solitaria, obsesionada con Stevie Nicks; hasta el factor adolescente que se cocina tan suculentamente entre Zoe, Madison, Queenie y Nan;

Todas estas actuaciones condimentan al cast de veteranas. El platillo principal consta de apreciar, a través de los lentes gran angulares y la constante penumbra sobre la escena con trasfondo borroso, las actuaciones de Jessica Lange, Kathy Bates, Angela Bassett y en segundo lugar, Patti LuPone y Frances Conroy, aunque en papeles menores. Cabe destacar que cada una tiene en su haber al menos un premio por sus cualidades histriónicas, trátese de un Oscar, un Golden Globe o un Tony.

Las cátedras de actuación que ofician al dar vida a estas “harpías” en busca de poder, no es sino exquisito, especialmente por la titánica lucha de egos que se halla en juego.

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Así, lejos de presentar un producto de pésimo gusto, AHS: Coven juega con los elementos de lo camp a su mejor conveniencia, mostrando personajes sin remordimientos ni conductas morales a la hora de torturar o llevar a cabo una venganza. La guerra entre brujas no podía ser de otra forma, pues aunque por momentos es misógina y exagerada, pone a tres depredadoras en el campo de batalla y sólo en el último episodio sabremos cuál resultó victoriosa.

Cuando las series se ponen serias es cuando apremia celebrarlas y estudiarlas, pues de eso se nutrirá nuestra memoria cultural en el futuro, de experiencias gratificantes y adictivas que nos hagan sentir mariposas en el estómago en vez de resquemores, aunque de la obsesión, nadie se salva, eso es seguro.

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Dr. Jabberwocky
Crítico. Cínico. Excéntrico. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UNAM y editor de 'El Vortex'; devorador de cultura y cazador de sensaciones. Lo único que amo más en el mundo además de ver y oír, es escribir. Soy fanático from hell de la ciencia ficción, el horror, la comedia romántica, los super héroes y las secuencias de acción. Mi mente está hecha de salchicha con mucho chocolate, mermelada, imágenes en blanco y negro y grandes dosis de espías, Lovecraft, Buffy the Vampire Slayer y Doctor Who.

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