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¿Comic-Con? / NEET

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ISMAEL MARTÍNEZ |

“Convenciones” de cómics…

Dejé de asistir (físicamente) hace aproximadamente seis años. Había comenzado a frecuentarlas apenas cuatro años antes, cuando aún cursaba la preparatoria y había decidido, después de leer maravillas como Love Hina y Neon Genesis Evangelion, que mi gusto por las historietas no era más casual e infantil, ni ordinario.

Hasta entonces habría asistido a unas ocho ediciones, quizá. Apenas unas cuantas de ellas me bastaron para entender cómo ese tipo de reuniones funcionaban: tianguis de piratería, importadores con precios abusivos y alguna que otra atracción extra, especialmente representada por algún grupo musical que, en cualquier otra circunstancia, jamás visitaría la Ciudad de México.

Eso era, en realidad, lo que valía la pena. La presentación de Banya, por ejemplo. O la ya legendaria visita de JAM Project (del cual es miembro Hironobu Kageyama, cantante original de temas imperecederos como “Cha-La Head Cha-La” y “Soldier Dream”), pero en general los encuentros comiqueros no habían encontrado una forma decente. No hasta el muy loable FESTO. Pero esa es otra historia. Ya llegaremos…

A diferencia de verdaderos encuentros de creadores, como la Comiket de Tokio o el Salón del Manga de Barcelona, o espectáculos multitudinarios para escuchar y convivir (o, mejor dicho, hacer fila para) durante un breve momento con tu dibujante o escritor favorito, como en las Comic-Con estadounidenses (destáquense las celebradas en San Diego y en Nueva York), las convenciones en México no son ninguna de las dos.

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Éstas son, ante todo, un burdo negocio. Peor: uno que no hace espectáculo, sino que sirve sólo como punto de encuentro para que el público mexicano, en general ingenuo y sectario, auto-celebre su existencia. Y, por desgracia, hasta ahora, (y de alguna manera) eso ha bastado.

Me parece que los asistentes a dichas celebraciones son jovencitos dispuestos a disfrazarse, a comprar un boleto de acceso abusivo, a pagar a precio de oro bolas de arroz y bollos al vapor, a corear la enésima versión metalera de “Pegasus Fantasy” o la canción de moda en turno, y a echarse una partida de Magic con el mismo cuate con quien juega cada semana en la “Frikiplaza”.

Los asistentes a este tipo de convenciones no son, en general, buenos lectores (observadores, escuchas); son ante todo consumistas. Quiero decir, consumistas descuidados, poco exigentes, y (casi nunca) verdaderos coleccionistas (de historietas, de esculturas, de películas). Lo sé porque yo fui uno de ellos; sí, hace años, cuando recién empezaba. Y debo decir también que no lo lamento; es una etapa. Pero DEBE ser eso; sólo una etapa.

La crítica en estas líneas no quiere menospreciar un tipo de vanagloria por el gusto por la historieta y la animación, por el modelaje, los disfraces, la música excéntrica, los juegos de rol y la autollamada “pertenencia” a una sub-cultura (por llamarle de alguna manera) específica, sino poner énfasis en el tipo de gozo ingenuo que permite la permanencia de un servicio maniatado y mediocre.

Me queda claro también que la dinámica de estos encuentros, antes muy asiáticos y ahora ya francamente dentro del modelo-estadounidense, no puede ser diferente sino hasta que exista una industria de penetración eficiente en el mercado mexicano. Una industria que no necesariamente se expresa en producción creativa sino en distribución y consumo ordenado, fiel y estrictamente legal, de productos originales. Con apertura, competencia y variedad en precios.

Creo firmemente que hasta que no denunciemos los abusos, las irregularidades, las faltas de respeto a una genuina forma de aderezar la vida (con fanatismo o sin él), seguiremos siendo víctimas de pobres ejemplos de “convenciones de cómics”. Por mucho que sus organizadores intenten añadir a sus negocios apelativos extranjeros o renovados sufijos.

Mercancía en la New York Comic Con
Mercancía en la New York Comic-Con.

Lo malo, lo bueno…

Hasta aquí parecería un panorama del todo desalentador. Es justo, por tanto, enunciar sus aciertos, comenzando por la genuina pasión que subyace debajo de la mera búsqueda por el dinero. Porque el dinero, es sabido, puede hacerse de muchas otras formas.

Los organizadores de los encuentros de lectores de cómics (y demás productos hermanados: animación, cosplay, j-on, eroge, etc.) en México encontraron un nicho específico del mercado que no estaba siendo atendido, uno que crecía poco a poco, en capacidad monetaria y en su mirada en las industrias culturales del extranjero. Un público que se sentía (y se siente aún, por la naturaleza exótica que lo compone) excluido de los grandes foros y en los medios masivos, en una zona fuera de lo común, lo accesible, lo “socialmente aceptado”. Ese sector de la población es el que ha sabido, de alguna manera, comprender, abarcar; las convenciones en nuestro país han logrado convertir con éxito su propuesta lúdica en un alegre punto de reunión, de identidad. Y ese es un tema valioso que no debe ignorarse. ¿Dónde si no habría espacio para ejercer, de la mejor manera, el costume play?

Otra mejora es el esfuerzo (por lo menos explícito) por eliminar la comercialización de mercancía ilegal; y, finalmente, las ganas por vincularse con artistas locales e internacionales: escritores, editores, dibujantes. A la manera que comenzaría a hacer FESTO (por otra parte, un ejemplo muy distinto, subvencionado, de alguna manera diferente, a las organizaciones a las que ahora me refiero), por ejemplo, hace tres años. Y el resultado de esto último, por lo menos en boca de muchos de sus participantes (la estupenda Cecilia Pego, por hablar de alguno), ha sido nada menos que encomiable.

La gran galera de exposiciones en la Comiket de Tokio
La gran galera de artistas en la Comiket de Tokio.

Por favor, intenten algo nuevo

Con todo, un genuino seguidor de productos culturales debería darse cuenta cuando le están tomando el pelo, debería estar preparado para ello. Aunque goce con un espectáculo (especialmente por la abrumadora sequía de ellos), aunque se vea sobrecogido por la emoción del momento, debe llegar a él un instante de introspección que le permita salir del ciclo venenoso de la ignorancia. Un fanático, valga la contradicción semántica del disparo, no debe entregarse a un fanatismo ciego y sordo. Un verdadero fanático debe ser, ante todo, un crítico. Debe enunciar los errores y los fallos con miras al futuro, porque si calla, si no denuncia, nunca podrá ser un agente de cambio. Y nunca podrá disfrutar de mejores “servicios”.

Yo sí quiero leer historieta japonesa, en mi idioma, bajo un cuidado editorial respetable (y respetuoso), a un precio justo…

¿Ustedes no?

| IM | NEET | @KuranesII |

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Ismael Martínez
Periodista y editor. Amante de las historietas, los videojuegos y la cultura japonesa. Con un breve paso por el Fondo de Cultura Económica, la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería y Canal 22, se ha especializado en proyectos de difusión de la cultura en medios independientes. Actualmente se dedica al cuidado editorial en Penguin Random House y funge, en sus tiempos libres, como editor de proyectos especiales en revista "MilMesetas", Portal Nómada de Cultura. Es, además, el más reciente recluta del departamento editorial en El Vortex: cultura geek. |
http://watashinokendo.blogspot.mx/

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