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El Vicepresidente: un documental hecho para millennials

Las cintas drama documental son complicadas de vender al grueso del público; evidentemente no son los Blockbuster del verano y muchas veces pecan de ser demasiado ambiciosas en su publicidad queriendo contar “la verdad jamás contada”. Aún con esto, no nos salvamos de tener más de una película de este corte a lo largo del año, en especial, cuando se trata de la temporada de premios y festivales.

El vicepresidente (Vice) es una cinta nominada a 8 categorías en los Oscar; protagonizada por Christian Bale. La cinta nos lleva a descubrir la carrera política de Dick Cheney, vicepresidente de los EEUU durante el mandato de Bush ¿Qué de emocionante tiene esto? Como ya dije, es la historia jamás contada —otra vez— pero con un giro a la presentación convencional y que la convierte en un atractivo para el público más moderno.

Narrativa

Lo primero a notar es que, cuál cuento fantástico, tenemos un narrador que nos lleva de la mano por la vida de Cheney. Este narrador no solo es la voz mágica detrás del telón, juega un papel activo en la cinta incluyéndose como un ciudadano, un soldado, un trabajador, etc. Y prometiendo que tiene una relación más personal con Cheney de lo que a simple vista parece.

El papel del narrador no solo es hacer fluir la historia, también permite que se sienta como “la historia de un amigo” y que los puntos más complicados, como los aspectos legales, se vuelvan más sencillos de entender.

¿Funciona? Ciertamente lo hace la mayor parte del tiempo, aunque eso sí, en momentos puede arrojar demasiada información que por más que se encuentra simplificada, se siente abrumadora.

Memes y más memes

No sé cuándo empezó está tendencia, quizá podemos culpar a Deadpool y su irreverencia, pero de un tiempo para acá las cintas han comenzado a incluir memes, no solo como inspiración, sino literalmente colocando el meme en cuestión en el corte final.

Quiero apostar que este recurso es con la fría intención de llegar al público que vive mayormente conectado a las redes sociales y que se ve rodeado —ahogado— por esta “nueva forma de expresión”.

Es curioso ver cómo un documental, que normalmente consideraríamos serio, se toma la libertad para bromear sobre lo que está diciendo, incluso riéndose de la misma audiencia a la que va dirigida. Este cambio de mentalidad le quita el estigma de “estoy en una clase de historia” y se siente más como “estoy viendo algo serio pero tomado con humor“.

Las actuaciones y la cuarta pared

Pero si la forma de contar es buena, las actuaciones son lo mejor que El Vicepresidente tiene para nosotros.

En primer lugar tenemos a Christian Bale con una excelente caracterización, adaptada a los diferentes momentos de la vida de Cheney. Aquí no es el multimillonario defendiendo Gótica, su actuación es más calculadora y conservadora, y aún con ello logra transmitir con pequeños gestos y articulaciones lo que el personaje de verdad expresa en el momento.

Así mismo Amy Adams, a pesar de no tener demasiado tiempo en cámara, logra recrear a Lynne Cheney como una mujer fuerte y carismática. Por si fuera poco, tenemos a Michael Scott Steve Carell interpretando a Donald Rumsfeld con su característico estilo y que nos recuerda mucho a lo visto en su papel en The Office si es que fuera más ambicioso y malévolo.

No puedo dejar de mencionar el monologo final de la cinta, donde incluso, por extraño que parezca, Cheney decide hablar directamente al espectador, rompiendo la cuarta pared. Así mismo, hay una especie de escena post créditos que se vuelve una crítica a la cinta misma. Estos son solo ejemplos de lo que Vice intenta mostrar en su afán por llegar a un público más moderno.

Este documental, a pesar de su esfuerzo, no es la “verdad jamas contada” que esperaba ser, es más, es probable que en una situación tan polarizada como la nuestra pase sin mayor efecto, pero a nivel de cine, en el momento donde las cintas están cambiando y los festivales parecen recibir mejor cintas de super héroes, creo que es muy interesante ver como El Vicepresidente logra establecer su estilo más relajado sin perder su identidad, una parada obligada antes de llegar a los Oscar.

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