Kingsman El círculo dorado
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Reseña Kingsman: El Círculo Dorado

Dos años han pasado desde que Kingsman: El servicio secreto se estrenó en las pantallas de todo el mundo fascinando con su refrescante giro al género de espías y dando una clase de cómo debía realizarse las secuencias de acción sin que tuviéramos que tratar de suponer casi todo lo que ocurría. En la mente de más de uno se colocó como un favorito para mejor película de acción de la década, y cuando se anunció su secuela, la felicidad era más que evidente… pero ya saben lo que dicen de las secuelas, nunca son buenas ¿Qué es lo que pasa con Kingsman: El Circulo Dorado?

Estrenada el pasado 29 de Septiembre Kingsman: El Circulo Dorado regresa con un elenco de primera contando con actores como Colin Firth y Julianne Moore dirigidos nuevamente por Matthew Vaughn y que esta semana aun tendremos En Cartelera.

La misión: Salvar al mundo

La organización Kingsman ha sido destruida por un cartel de las drogas conocido como el Círculo Dorado; los únicos supervivientes de dicho ataque son Eggsy (Taron Egerton) y Merlin (Mark Strong) quienes tras activar el protocolo del juicio final, descubren la organización hermana Statesman, agentes secretos americanos escondidos tras la fachada de productores de alcohol. Las cosas no pintan bien para los caballeros y sus nuevos aliados americanos cuando Poppy Adams (Julianne Moore) activa su plan para hacerse con el poder para vender drogas legalmente.

Puedo decir que cuando no se sabía mucho de esta producción me emocionaba el hecho de una segunda entrega y más cuando en el año hemos tenido grandes cintas de acción como Baby y John Wick 2, ¿Acaso este sería otro rotundo acierto? Por desgracia, las expectativas generadas no se llenaron del todo como esperaba.

Los modales hacen al hombre

El casting elegido en esta ocasión funciona muy bien, sus actuaciones resultan creíbles y más en aquellos que retoman personajes y los agentes de Statesman que saben meterse en su papel. Sin embargo de donde cojea el reparto es de parte de los villanos; no es que Poppy Adams se aun mal personaje ni que Julianne Moore haga un mal trabajo, simplemente es que el personaje no da para más y se vuelve aburrido de ver.

Si bien podemos decir que Poppy es cautivadora y despiadada, esas características son su único concepto con el cual la cinta juega, no exploran más al personaje e incluso su desenlace deja mucho que desear. Sus minions por otra parte, son muy similares a los de su predecesora, fungiendo como “semi jefes” antes de pelear contra el “big boss” y teniendo partes mecánicas –me gustaba más la ninja, debo agregar–.

Aunque la primera cinta gozó de un buen desarrollo de historia y un villano diferente en las manos de Samuel L. Jackson, en esta ocasión se puede hablar de una trama más bien genérica. El punto central del cartel –o sociedad maligna en turno– que amenaza a toda la organización ha sido un tema clásico y que no presenta un cambio favorable en la película.

Los giros y subtramas presentadas en las 2 horas de metraje son pasadas en alto la mayor parte del tiempo, no se les da suficiente exposición provocando que como espectador solo te resulte como un elemento más de la producción sin ningún valor agregado real. Ejemplo de ello es la relación de Eggsy que por más que intente usarse como pretexto para avanzar, no tiene el peso en el desarrollo.

Agitado no mezclado

No por todo lo anterior, significa que esta secuela sea una pérdida de tiempo, pues si fuiste uno de los que disfruta más lo visual que la construcción de trama, entonces esto te va a agradar.

El estilo único de coreografiar secuencias largas con total detalle a lo que está pasando, ha regresado y con un incremento sustancial, pues se siente que entre cada transición debe haber por lo menos algo de combate. Entre las mejores secuencias podemos contar la batalla final con el apoyo de Elton John –tan ridículo como te lo puedas imaginar– o la batalla en nieve de Whiskey; ambas siendo muy vistosas y divertidas, aunque no llegando al nivel de la iglesia, pero ya llegaremos a eso.

Por otra parte el uso de CGI se realiza correctamente la mayor parte del tiempo, aunque si eres de un ojo hábil, podrás darte cuenta con facilidad los momentos donde se puede ver falso o fuera de lugar. De la musicalización funciona y se mezcla con la acción, no al nivel Baby Driver –perdón, pero será mi referencia– pero realza la intensidad que ocurre en pantalla y entrega grandes planos con buenos efectos sonoros.

La escena que marcó más de lo que pensábamos

Si alguien te preguntara que recuerdas de Kingsman, podría jugarme a que tu respuesta será esta:

El shock que representó este plano de violencia descontrolada, bien coreografiada y con una cámara que no tiene miedo de mostrar lo que está ocurriendo, dejó su marca para bien o para mal. Más allá de los diferentes tributos e intentos de otras cintas de imitar, la saga de Kingsman parece haber dicho “Hey, eso gustó mucho, que tal si lo repetimos” y es un sentimiento que se intenta reproducir a cada paso que da en su segunda parte. Desde cosas que incomodan como la trituradora, hasta el implante del rastreador, este cambio le resta un poco a lo original que tuvo y ahora, parece buscar recrear algo de ese calibre sin lograr algo que se sienta propio.

Y ese es el principal problema de esta secuela de Kingsman: no tener identidad. Desde su trama genérica, su búsqueda de ese momento de shock y su repetición de increíbles secuencias de acción, pareciera que no tiene nada nuevo que mostrar. Aun así, si disfrutaste de esos planos, de las peleas y elementos que la han colocado como una gran cinta de acción, no dudes en acudir a tu cine más cercano, lleva muchas palomitas y disfruta de Kingsman: El circulo dorada mientras aun esté En Cartelera.

 

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