La Forma del agua
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Reseña| La Forma del agua: La dualidad de los monstruos

Un cuento de hadas, la princesa es Eliza Esposito, pero esta princesa carece de una familia real, y de poder expresar mediante su voz todo lo que opina y siente. Ella realiza todos los días una rutina, como cualquier otra persona; todos los días se levanta, mira en el espejo las cicatrices que permanecen en su cuello desde hace tiempo atrás, prepara su desayuno, entra en la bañera, se masturba, continua su rutina en el trabajo, encargándose de la limpieza de un laboratorio de investigación a cargo del gobierno donde la aguarda Zelda, una mujer de origen afroamericano, que en todo momento muestra apoyo y compañerismo hacia Elisa, interpretada por Octavia Spencer, que da fe de la lealtad y compañerismo existentes entre humanos.

Eliza Esposito representa a cualquier ser, solitario, que, aunque compartimos un mundo, es imposible entrar totalmente en su cabeza, le es un tanto difícil expresar a todos sus ideas y sentimientos, tiene un par de amigos, pero falta esa magia en su vida que despierte sensaciones en todo su ser.

Es imposible no sentir empatía con el personaje, la actuación corre a cargo de Sally Hawkin, quien a cada gesto y a cada seña logra transmitir todos los sentimientos que albergan a una persona que ha sido menospreciada, por sus orígenes y su discapacidad.

En esta película del Toro fusiona a la perfección todos los elementos que lo caracterizan, la estética lúgubre, sus increíbles monstruos, la dualidad de cada personaje y situación y por supuesto, la importancia del amor, de los finales esperanzadores. Como referencias encontramos por supuesto previas cintas del director, en las que humaniza a sus criaturas aterradoras, además vemos la clara referencia a la película El monstruo de la laguna negra un clásico de terror sobre una criatura mitad pez, mitad humano. Además de abarcar temas cotidianos como la discriminación racial, por preferencia sexual, el abuso de poder y el acoso laboral.

El director de fotografía (Dan Laustsen) utiliza cada encuadre a la perfección resaltando cada elemento, desde los actores principales hasta el mínimo utensilio de cocina. Además de que cada movimiento permite que te sientas parte de éste cuento de hadas.

Lo que encanta de esta película es que muestra la belleza y la bondad en lo desconocido, así como la presencia de lo desagradable, miserable y sórdido que se puede llegar a ser ante una cierta situación, que muestra también la influencia y la presión que se puede llegar a ejercer mediante el poder.

La banda sonora corre a cargo de Alexandre Desplat, y es un deleite el poder escucharlo.

¿Vale la pena verla? Creo que ha quedado bastante claro, y aunque destaqué la empatía que se genera con la protagonista, en ese ambiente están inmersas más historias, las cuales destacan en determinados momentos. En efecto, puede que te encuentres con un par de clichés emocionales, pero cada uno de ellos perfectamente justificados.

Si ya la vieron, esperamos su opinión, es muy importante, compartan o no la mía. Por si no la han visto, corran a verla, como ésta, pocas.

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