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Recordando… Transformers

MetalWarrior

Muchas personas conocen a los Transformers, más que nada por sus recientes encarnaciones tanto en la televisión como en el cine, pero pocas conocen a los originales, aquellos robots gigantes de los 80 que iniciaron todo y los cuales hasta la fecha repercuten en sus personificaciones actuales.

La primera serie de Transformers vio la luz por primera vez el 17 de septiembre de 1984 y, como toda serie de aquellos años, la trama era sencilla: Autobots y Decepticons —dos facciones de habitantes del planeta Cybertron— luchan por subsistir en un mundo cuyos recursos energéticos se están agotando. Un grupo de Autobots abandona el planeta para buscar energía, pero es atacado por un grupo de Decepticons y ambos terminan estrellándose en la Tierra, desactivándose durante millones de años. En la época actual, los Transformers despiertan y continúan su guerra en nuestro planeta; su conflicto se representa adecuadamente en el opening de la serie:

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Lo innovador de los Transformers, como su nombre lo indica, era su capacidad de transformarse de robots a vehículos/armas/gadgets, algo poco visto en aquellos ayeres y que cautivó a miles de niños. Sí, Robotech Macross salió antes que Transformers, pero no se lanzó ningún juguete a la par del anime, mientras que Hasbro promocionó su caricatura con cientos de figuras. Regresando al tema de lo “innovador”, dada la amplia gama de vehículos que existían (y hoy en día ésta es aún más grande), había hartas opciones para transformar a los robots; unos incluso se podían convertir en 2 vehículos diferentes; también existían algunos con otras formas, como los poderosos Dinobots o los hambrientos Insecticons; incluso habían aquellos que se combinaban entre sí —normalmente 5 o 6 Transformers— para formar a un robot “gigante” y de poder inmenso, como los Constructicons o los Protectobots.

Izquierda: Devastador; derecha: Menasor. Por Alex Milne.
Izquierda: Devastador; derecha: Menasor. Por Alex Milne.
Dinobots, por Kevin Raganit.
Dinobots, por Kevin Raganit.

¿Y la historia era buena? Más allá de lo simple que era —la eterna pelea del bien contra el mal— la trama de los capítulos desbordaba inventiva, incluyendo viajes en el tiempo, la legendaria Atlántida, planes muy rebuscados para robar la energía de la Tierra, dinosaurios, piratas, entre muchas otras cosas; Transformers entretenía hasta el hartazgo. Obviamente, si uno contempla la historia en su totalidad, aparecerán muchas incoherencias propias de las caricaturas de aquella época, pero eso poco importa.

Los protagonistas, por lo menos los principales, tenían personalidad, sobre todo los lideres de Autobots y Decepticons: Optimus Prime y Megatron, respectivamente. Optimus era el típico líder que sacrificaría su vida con tal de proteger a la Tierra y sus habitantes: noble, desinteresado y valiente; por otro lado, Megatron era astuto, ambicioso y con una sed de poder sin igual, esto último usualmente lo cegaba a circunstancias que ponían en peligro su vida, y al final tenían que hacerlo entrar en razón antes de que algo saliera mal.

Izquierda: Optimus Prime, por Alex Milne; derecha: Megatron, por Livio Ramondelli.
Izquierda: Optimus Prime, por Alex Milne; derecha: Megatron, por Livio Ramondelli.

Por supuesto, había más personajes que no eran “planos” precisamente. El problema radicó en que llegó un momento en que fueron demasiados Transformers, tanto buenos como malos, los cuales aparentemente salieron de debajo de las piedras, porque de un capítulo a otro había más robots sin razón alguna (floja pero efectiva estrategia de mercadotecnia por parte de Hasbro). A decir verdad, también había personas como “protagonistas” de la serie —Spike y su padre, principalmente— pero la mayoría de las veces su papel era poco trascendente.

La lucha entre Autobots y Decepticons fue constante a lo largo de las primeras dos temporadas, pero llegó un momento en que Hasbro decidió eliminar a muchos Transformers para después llenar los lugares vacíos con “modelos” nuevos. De esta forma se realizó la primer película animada de estos robots: Después de varios años en guerra, Autobots y Decepticons tienen una batalla a muerte, donde muchos de los buenos perecen, incluyendo a Optimus Prime, mientras que a los malvados se les da nueva identidad, convirtiéndolos en robots diferentes —como es el caso de Galvatron—; también hay un planeta gigante/Transformer (Unicron) que amenaza con destruir al universo, pero éste solo fue una excusa para forzar la transición entre la segunda y la tercera temporada.

Unicron, por Marcelo Matere.
Unicron, por Marcelo Matere.
Izquierda: Poster original de la película; derecha: portada del DVD de la edición de 20° aniversario.
Izquierda: Poster original de la película; derecha: portada del DVD de la edición de 20° aniversario.

Algunos capítulos de la segunda temporada eran malos o demasiado inverosímiles, pero fue a partir de la película que Transformers ya no fue lo mismo: muchos de los personajes originales habían sido reemplazados y la historia se enfocó más en las aventuras de los robots en el espacio. El desencanto fue tanto que se tuvo que revivir a Optimus Prime al final de la tercera temporada, aunque de igual forma la trama fue muy floja… la cancelación de la serie fue inminente. Al final, la cuarta temporada solo duró 3 episodios, contó con una animación deplorable a la par de una historia mediocre, aunque sirvió para darle un cierre a la historia. Así terminó Transformers.

La serie concluyó porque había dejado de ser entretenida para el público. No obstante, el concepto de robots transformables nunca se perdió y la franquicia se siguió explotando, sobre todo en el mundo del cómic. Varios años después de que Transformers concluyera, Hasbro decidió que era tiempo de regresar a los robots a la pantalla chica, fue así que surgió la secuela, titulada Beast Wars.

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Metal Warrior
Ingeniero industrial egresado del Instituto Politécnico Nacional que por azares del destino acabó escribiendo y colaborando para "El Vortex" así como para "Lux Tenebris". Gusta de los cómics, el anime, la televisión, el cine, la música —más que nada el metal— y, sobre todo, de los libros. Sus géneros favoritos son suspenso, terror, ciencia ficción y un poco la acción; pero, para él, la fantasía supera a todos los anteriores.

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