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El hombre detrás del genio: J.R.R. Tolkien

En este día en que El Profesor, como lo hemos llamado durante décadas, cumple años de nacimiento (porque no ha muerto, es inmortal, no me discutan), cabe hacer un recordatorio de su condición académica y humana detrás del genio que dio vida a Valinor y a los Ainur.

Y es que, aunque no es un secreto que nuestro autor era filólogo en lenguas europeas y que sabía español, por ejemplo, es de suma importancia reconocer el oficio de nuestro autor como uno de los componentes primordiales de la complejidad y belleza de su obra. 

Porque, aunque parezca algo sencillo, la mayor parte de los idiomas ficticios que aparecen en todo su legendarium, fueron creados desde cero y de manera íntegra, es decir que, aunque no se aprecie en la obra final, Tolkien desarrolló las estructuras gramaticales y morfológicas del Quenya y de la lengua de los enanos, por ejemplo. Incluso para crear palabras como “rohirrim”, derivada de Rohan, con una sufijación ad hoc para los Señores de los Caballos, Tolkien tuvo que plantearse qué tipo de lengua hablarían en Rohan y qué tipo de derivación morfológica tendría.

Detalles como éste o como las múltiples citas en Quenya que aparecen a lo largo de la obra (todas ellas gramaticalmente correctas), son resultado de la verdadera afición de Tolkien: los idiomas antiguos. Antes de pensar en las historias que escribió, el profesor pensó en idiomas inventados a partir de lo mucho que sabía de gramática inglesa y gramática histórica (sabía gótico, por ejemplo, lengua muerta antecesora de muchas lenguas europeas actuales). Y es que, entre su afición por las lenguas y su conocimiento bélico de primera mano, la obra del Profesor tiene su origen en el notable conocimiento que Tolkien tenía sobre la historia de Europa y sobre las lenguas del mundo.

Son estas aficiones y experiencias las que configuraron la obra de una de las mentes literarias creativas más importante de todos los tiempos: conocer la obra de Tolkien implica conocer mitología refuncionalizada y es un buen modo de acercarse a los motivos y tópicos literarios de las letras universales porque El señor de los anillos, El Hobbit y El Silmarillion son concentrados de teoría e historia literarias en todo su esplendor.

La originalidad no es el mérito más importante de la obra de Tolkien, sino el modo en que aborda y desarrolla complejos conceptos de las mitologías y las cosmogonías y el cómo da vida a una obra autónoma hasta en las lenguas que utiliza y que la dota de una profundidad histórica tan coherente que si uno lee las cosmogonías y los mitos fundacionales de las culturas del mundo y entre ellas leyera el Ainulindalë (el mito fundacional del legendarium de Tolkien)no hallaría diferencia notable. 

No sabremos si la obra de El Profesor sería tan compleja si hubiera sido ingeniero, por ejemplo, pero lo que sí sabemos es que su notable preparación académica (con la que desafortunadamente destacó menos que con su labor como creador literario) dio fuerza y estructura a una de las obras de arte más robustas e intrincadas de toda la literatura universal.

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