Por Lucy Miguel
La muerte, durante toda la existencia de la humanidad, ha representado una parte inherente de las sociedades, para su convivencia y para su identidad. Aquí en México, como en otros países, dedicarle un homenaje se traduce en una forma de estar en equilibrio con lo que aún queda de nosotros en el mundo.
En esta ocasión, voy a platicarte cómo conmemoran a la muerte tres países de Oriente, aunque no sea precisamente la misma fecha en que se celebra el Día de muertos en México, y varios aspectos culturales sean distintos, pero las similitudes y el sentimientos son muy cercanos.
Comencemos con Japón: su celebración es un día religioso budista llamado Obon (お盆), que varía en fecha según el calendario de las diferentes regiones: de acuerdo con el calendario lunar, es del 13 al 16 de julio; y, basados en el solar, del 11 al 16 de agosto.
El ritual se divide en tres días, durante los que, se cree, las puertas del paraíso abren y permiten que los muertos visiten sus antiguos hogares y familias.
Una semana antes de su llegada, en el Tanabata, se realiza la limpieza de las tumbas, se adornan y se enciende incienso.
Ya que llega la fecha exacta, las actividades se dan de la siguiente manera: el primer día, Unke, es el recibimiento, con tambores y bailes para dar la bienvenida.
El segundo día, llamado Nakanuhi o Nakabi, se visitan a otras familias que también tengan un butsudan, lo que sería para nosotros un altar de muertos, y se les lleva Chugen como parte de la ofrenda.
El último día, Ukui, la despedida, es el más importante y se celebra con mucha música, comida y baile para decir “hasta luego” a los difuntos.
Durante estos tres días, las comidas familiares se realizan cerca del butsudan, y sirven a los muertos comida en una tabla roja que lleva su nombre. No deben faltar el dulce de arroz, carne de cerdo, tofu frito, tempura de pescado, verduras, kombu (alga) y kamaboko. Está prohibido hablar de otras personas, de dinero o suspirar frente al altar; al contrario, se trata de agradecer que sus antepasados permanezcan a su lado y les brinden protección y bendiciones.
En los hogares, la despedida se hace frente al butsudan: el jefe de familia quema 15 osenkos; el resto de los integrantes, 3 cada uno. Posteriormente se colocan frutas y comida dentro de una bolsa, y se arroja al mar (sin voltear a ver qué le sucede).
Esta celebración se parece un poco a la que se realiza por estas fechas en Huejutla, Hidalgo, muy cerca de Tamaulipas. Si algún día tienen la oportunidad de ir, no la desaprovechen. La fiesta ahí dura un mes.
En China, por su parte, el 清明节 (Qing Ming Jie), se celebra a principios de abril, justo 104 días después del solsticio de invierno. Con más de 2500 años de antigüedad, se trata de una oportunidad para honrar a los fallecidos.
Durante este homenaje, se realiza limpieza de tumbas, ofrendas de comida y se quema incienso, además de “dinero fantasma”, que, según sus creencias, permitirá que los muertos lo usen en el más allá.
Los espíritus, para los chinos, son entes con poderes de gran alcance, es por ello que los respetan y veneran con ofrendas generosas de alimentos. En algunas ocasiones, se colocan en la calle pequeños ofrecimientos para los espíritus huérfanos.
Durante este día, jóvenes y ancianos en las familias dedican plegarias. A diferencia de nosotros, los chinos no ven la conmemoración con alegría, sino con tristeza y, para ellos, es esencial el respeto en cada una de las actividades dedicadas a los difuntos.
Aunque actualmente las familias prefieren una ceremonia más sencilla e íntima, anteriormente esta celebración obligaba a venerar a los ancestros hasta 10 días después.
Finalmente, en Corea, el día de muertos se denomina Jesa (忌祭祀) y se celebra el día en que la persona falleció, pues los coreanos creen que en esa fecha ellos vuelven del más allá a visitarlos y, sobre todo, a comer.
La festividad se lleva a cabo dentro de la casa del difunto, donde se prepara la comida, especialmente con ingredientes naturales y diferentes colores en las verduras, muchas frutas, arroz y los platos preferidos del fallecido.
Los alimentos se colocan en el shinwi, una tabla que simboliza la presencia del acaecido y se coloca al centro de la casa.
El ritual se lleva a cabo a la media noche y, en esta época, lo preside el más joven de la familia, quien coloca el altar de frente al norte y la comida en la tabla según el siguiente orden: arroz, carne, frutas blancas al oeste, sopa, pescado, frutas rojas al este. Las frutas se colocan en primera fila, la carne en una segunda hilera, las verduras en la tercera, y el arroz y sopa en la última. Los platos individuales, que son para el fallecido, se colocan al oeste, pero si se trata de mujeres, van al este. Se ponen dos candiles al final de la mesa, uno cada lado; el incienso va en el medio.
Ya que todo lo anterior está listo, los familiares escriben oraciones y las colocan en el altar. Para finalizar, el contenido se reparte entre amigos y vecinos como muestra de que el espíritu del difunto está dentro de todos.
Como pudiste ver, las tradiciones no son muy diferentes, y para todos, sea de manera alegre o triste, la muerte representa un parte importante en nuestra vida cotidiana. Recordar a aquellos que ya no están con nosotros, nos permiten seguir viviendo, y traerlos de vuelta con ofrendas, nos hace sentirlos aún más cerca.