Por Dr. Jabberwocky |
“El Momento” llegó. Comienzo esta narración de sabor agridulce mientras escucho para desestresarme “Song for Fifty”, melodía compuesta por Murray Gold para celebrar este día especialmente -aunque la hayamos escuchado sólo en Doctor Who: BBC at the Proms 2013 y no en “The Day of the Doctor”.
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Esperamos este día por un año. Los ánimos estaban por lo alto. Así como la cuenta oficial de Doctor Who en Facebook comenzó la cuenta regresiva hace exactamente 13 días, cargando diariamente una imagen de cada encarnación del Doctor, yo hice lo mismo al usar dichas imágenes como foto de perfil, emplear los hashtag #SaveTheDay y #BadWolf para todo y postear videos o memes en mi muro con motivo de la fecha.
Acepto que en mí, el entusiasmo se hallaba -y aún se halla- desbordado. Es decir, no se trata de un programa de televisión, sino de una épica historia a la cual le tengo amor, devoción y a la que, por fortuna, le debo algunas de las mejores experiencias hasta ahora.
Confieso que hace poco comencé a ver las aventuras del Primer Doctor, William Hartnell y eso le añadió sazón a mi celebración personal, me hizo sentir parte de algo trascendente, más allá de mi propia línea temporal -aunque más que una línea, el tiempo es en verdad una gran bola de “wibbly wobbley timey-wimey stuff“, eso lo sabemos.
Habiendo trazado el preámbulo de tan anticipado jolgorio, y tras revisar durante días pasados aquellas memorias que me hicieron ser hoy un orgulloso whovian, no resta sino contar a profundidad cómo viví el 50 Aniversario de la serie más longeva del Reino Unido, aunque más que reseña sea, en todo caso, una declaración de amor en instantes de incertidumbre.
La Ira del Whovian
Abrí los ojos a las 9:30 am. Una sonrisa iluminó mi rostro seguramente, o eso quiero creer. Mi primera reacción fue saltar de la cama para prender la televisión y ponerle a BBC, donde recién comenzaba “Nightmare in Silver”, penúltimo episodio de la séptima temporada, el cual fue escrito por Neil Gaiman, autor famoso por sus constantes colaboraciones en la serie británica y por supuesto, es creador de la maravilla gráfica, The Sandman.
“¿Qué me voy a poner?” / “No tengo nada qué ponerme” / “¿Por qué no tengo una bufanda multicolor de 12 m. o aunque sea unas gafas 3D de cartón?”
Al salir de la ducha, vi “The Name of the Doctor” nuevamente mientras me puse lo primero que encontré, y por supuesto, mis Converse con la bandera británica no podían faltar.
01:08 pm, el Metro iba lento, ¿cuándo no?; 01:20 pm el Metrobus iba peor, una fuerza extraterrestre conspiraba contra mí para no llegar al cine, pero era inevitable tararear “I am the Doctor” pues estaba viviendo una experiencia épica; 01:36 pm, subir las escaleras eléctricas de Reforma 222 jamás fue tan angustioso como ese día. Hice circo, maroma y teatro para conseguir aunque fuera un boleto para una de las funciones que Cinemark Reforma iba a ofrecer -hecho que parecía imposible en verdad, dada la ineptitud de esta cadena para vender las entradas- y a cada segundo me sentía más como un centurión esperando 2000 años para ver a su amada, que como un humano cualquiera.
Jamás pensé que fuéramos tantos, es decir, el cine estaba anegado de personas como yo. Un mar de personas con disfraces del Décimo y Undécimo se divisaban desde la larga fila en la cual nos hicieron formarnos para ver el episodio especial, pero no sólo había cosplayers del Doctor, también de Rory, Amy, algún Dalek por allí, y también del Cuarto y el Quinto Doctor.
Niños y adultos, algunos entraban en grupos de amigos, otros eran familias enteras, desde los más peques hasta los abuelos. Era impresionante ver a personas de edades tan diferentes apasionados por una sola cosa, hecho que me hizo desear cambiar a mis padres por unos más, mmm, cómo decirlo… whovians. Finalmente, también estábamos nosotros, quienes entramos solos al cine, los que carecemos de acompañante, sea porque se quedaron atrás o porque no alcanzaron entrada.
01:50 pm, Sala 5, todos listos y en sus lugares, me tocó en las hileras del costado; 02:10 pm, el bullicio de la sala fue aderezado por la vibración de varios desatornilladores sónicos elevados hacia el techo. Aún me sentía perplejo, estaba a punto de ver el especial de 50 años con David Tennant, John Hurt, Matt Smith, Billie Piper y Jenna Coleman reconstruir los eventos ocurridos en la Guerra del Tiempo, hecho anunciado desde aquel lejano 2005, cuando la serie fue revivida por Russell T. Davis.
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02:20 pm, “SONTAR-HA! SONTAR-HA! SONTAR-HA!”, el grito de guerra Sontaran retumbó en la sala y todos aplaudimos de emoción, pero del extrañamiento, ¿por qué no había comenzado aún?; para las 02:35 pm los ánimos estaban caldeados, el episodio se había demorado en nuestra sala y en la de al lado ya se podía escuchar por lo menos un eco del audio, “spoilers” gritaban algunos, citando la famosa frase de River Song, pues todo el mundo -literal, TODO EL MUNDO, desde Argentina hasta Corea del Sur- ya estaba viendo el especial menos nosotros, pero lo peor eran las notificaciones de Twitter y Facebook.
Corría casi el cuarto para las cuatro, todos estábamos desesperados y yo me concentraba en “el sonido de los tambores”: “Si yo fuera el Maestro”, me dije. A los pocos segundos, Vladimir, uno de los administradores de la cuenta de Doctor Who México, alzó la voz en tono de protesta ante los empleados de la cadena de cine, quienes hasta ese momento no se habían pronunciado al respecto.
Whovians, seres usualmente pacíficos ahora buscaban las cabezas de los responsables.
Por doquier se escuchaba el descontento del público. “Esto no pasaría si estuviéramos con Obrador…”, dijo uno, “O si hubiéramos votado por Saxon” le contestó otro. Al momento comenzamos a gritar “Vote Saxon” al unísono. Los fanáticos en verdad nos unimos para pasarla bien en instantes de incertidumbre, nos mostramos abiertos al diálogo y a la compensación del daño por meterse con nuestra ansiada celebración.
De pronto la muchedumbre comenzó a arremolinarse al frente de la sala. Dos empleados de Cinemark se ubicaron ahí para ofrecer disculpas por la demora, aunque más bien fueron a ofrecer más excusas sin darnos un tiempo específico de espera. “posiblemente en 20 minutos más” dijo la chica. No pude contenerme, me levanté del asiento y vociferé lo más alto que pude “EXTERMINATE”, varios ecos de la misma exclamación se escucharon a través del recinto. El Doctor habría reprobado nuestro proceder… pero el Doctor no estaba allí, era claro.
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“Si tan sólo tuviéramos una TARDIS, viajaríamos al pasado para comprar boletos de la sala 6 y no de la 5”, comentó la chica al lado mío a sus acompañantes. Automáticamente pensé: “Pero no se puede porque es un punto fijo en el espacio tiempo, no podemos cambiar la historia, crearíamos una paradoja”. El geek en mí estaba extasiado por el ambiente, pero también sentía una tristeza sin igual, todos habían visto “The Day of the Doctor” menos nosotros.
No cabe duda, la ira de un whovian es proporcional a la del Doctor: por allí alguien se refirió incluso a castigar a los empleados del cine como sucedió con la Familia de sangre durante el episodio “The Family of Blood” de la tercera serie con David Tennant y Freema Agyeman, actriz encargada de interpretar a la acompañante Martha Jones.
¿Alguien podía salvar el día?
“¡La BBC ya se enteró y está afuera el director de contenido de la cadena, va a hablar con la gente de Cinemark!” gritó una chica de algunas filas detrás de mí, no sé como consiguió la información, quizá pertenecía a Torchwood o a UNIT y por eso lo sabía. Algunos querían ver al tal representante y suplicarle ayuda, por lo que se agarraron bien sus feces y corrieron, como los buenos whovians sabemos hacer -en verdad, correr es lo único que sabemos hacer.
Al poco rato entró el representante de la BBC, un británico corpulento y calvo de nombre desconocido -anónimo como el Doctor- que lamentó mucho las fallas técnicas y con tristeza reconoció ser whovian desde niño, tras lo cual manifestó su decepción de no poder ver el especial tampoco, sin embargo nos apoyó al asegurar que se nos compensaría. Así, a la media hora, regresó para anunciar que nos moverían a la Sala 8, pues allí la proyección ya había terminado.
El éxodo de gabardinas, feces, corbatas de moño y tenis converse no se dejó esperar, con los destornilladores sónicos levantados para guiarnos y organizarnos en una inmensa fila, donde se nos repartieron cortesías individuales y se ofreció el refill ilimitado de nuestros refrescos y palomitas.
Al acomodarme en mi butaca y comenzar la proyección, la adrenalina aumentó. Ver a Strax dar las indicaciones de guardar silencio y apagar los dispositivos móviles nos enardeció y causó sórdidas carcajadas. Sin embargo el plato fuerte fue sin duda lo que más disfrutamos y aunque no fue en 12D como el Doctor esperaba en su introducción, el 3D lució perfecto en los efectos de la Guerra del Tiempo, aunque eso es motivo de otro artículo.
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El rumor del día era que Cinemark sólo había contratado una licencia para proyectar el especial en una sala y no en tres. Si era cierto o no, eso nunca lo sabremos. Después de despertar la ira de los whovians, de menos recibimos un póster de la película al salir de la sala.
Quienes seguimos la serie en México desde que la pasaban en el extinto canal, People and Arts, jamás pensamos que llegaríamos a ver a nuestro héroe en la pantalla grande. Incluso en los tensos momentos en que nos hicieron esperar, el sueño parecía lejano, pero la paciencia nos fue recompensada.
Sólo resta agradecer al misterioso hombre de la BBC que salvó el día, los whovians de aquella Sala 5 del complejo Cinemark Reforma que parecía abandonada a su suerte, nunca olvidaremos lo que hizo por nosotros, pues por un instante fue el hombre más importante de todo el universo.