El Mexicano es dicharachero de nacimiento, está en nuestra sangre tanto como el queso en la quesadilla –aunque les duela aceptarlo–, y aun cuando no lo pensamos, esa picardía baña, cual salsa de la que pica, todo lo que hacemos.
Diablero, es una serie de producción mexicana estrenada el pasado diciembre en Netflix. La historia esta basada en el libro titulado El Diablo me obligó, libro que confieso jamos escuché, pero que después de ver esta caótica y extraña producción, quedo con gran curiosidad de darle una oportunidad.
¿Entonces de que se trata güerito? Como saben, siempre existen dos fuerzas, una buena y una mala, pero como esto es México, la buena nos dejó a nuestra suerte y son los Diableros los encargados de mantener a demonios y otros entes malignos a raya para que no se aprovechen de nuestra nobleza.
Es aquí donde conocemos a Elvis Infante, un Diablero chilango y que será quien nos llevará a la caza de un demonio bien pesado que anda secuestrando niños; en su equipo cazademonios tenemos a su hermana Queta, a un curita no tan recto de nombre Ramiro y a Nancy, una chica con la habilidad de absorber demonios. Y agárrense, porque esto solo es el comienzo.
Ya no estamos en cañitas…
La aventura de nuestros héroes –por llamarlos de alguna forma– inicia como un caso estilo Constantine, con un crimen de naturaleza paranormal, donde la hija del cura –les dije que no era una blanca palomita– es secuestrada por un demonio. El cura, tratando de buscar ayuda, da con Elvis y lo que parece un caso “normal” de ataque de demonio, empieza a complicarse cuando demonios ancestrales –onda tipo prehispánico– y organizaciones secretas se hacen presentes.
Durante 8 frenéticos episodios esta historia se va enredando más y más, involucrando a Diableros, un estigma por las Diableras, a la parte más corrupta de la iglesia, ángeles y demonios nivel 7. En otras palabras, esta bien denso el asunto; todo esto hace que la producción tengo un universo rico en características… y que sea tan mala.
Mala como la carne de puerco
Sin darle muchos rodeos al asunto, puedo decir que la serie me parece mala, tiene muchos errores que le restan puntos importantes y que si no fuera por un ligero detalle la hubiera dejado. ¿Qué detalle? Que es tan mala, que es muy entretenida de ver.
Lo más disfrutable, de lejos, es el guion. Los diálogos no ganaran un premio a la mejor adaptación ¡pero vaya que son divertidos! La mayoría del tiempo la historia se toma con mucha seriedad lo que ocurre, pero eso mismo juega en su favor. Como ya dije, el humor que tanto nos distingue, se hace presenten y lo vuelve una situación muy risible, que aun no logro averiguar si fue a propósito.
En el apartado visual las cosas no son mucho mejores –¿o más mejores?– podríamos decir que comparado contra otras producciones del país, Diablero logra sobre salir, pero en comparación a otras series de Netflix, deja bastante que desear. En la parte que no tengo muchas quejas es el maquillaje, que increíblemente resulta bastante bien elaborado –estrellita de niño bien portado–.
Los personajes por otro lado… tienen un buen desarrollo, pero no dejan de ser ridículos en varias ocasiones. Las Diableras, el papa de Elvis, el obispo, el Indio y sus hijas, todos te dejan con una sensación como de pena ajena la primera vez que los conocemos. No por los estereotipos, sino por las situaciones y/o diálogos que reciben. El reparto principal no se salva del todo, en especial el curita, pero están mejor.
En general, la historia tiene muchos hoyos –cual calle de la colonia Guerrero– y se siente que se inventan todo sobre la marcha. No parece haber una conexión lógica entre los algunos sucesos y lo peor es que muchas de las resoluciones importantes, como la pelea con el demonio chingon, se resuelven cual pleito de secundaria, con un “ya separenlos” y un pretexto sacado de la manga.
Hecho en Taiwán, digo, México
Sin embargo, aun con todo esto, hay puntos por salvar. En la parte de actuación si me debo quitar el sombrero –charro– por el buen papel de Horacio Garcia como Elvis, quien lleva el mayor peso y que no se siente fuera de su personaje en ninguno momento. Así mismo –honor a quien honor merece– Fátima Molina y Giselle Kuri hacen un buen trabajo como co-protaganistas. El único que se siente muy, pero muy flojo, es el cura interpretado por Christopher Von Uckermann –ya póngase chingon, mijo–.
Sumado a esto –y por si toda esta nota no se los ha dado a entender– la serie esa llena de mexicanidad, las locaciones, el humor, la música, el folclore, la comida, todo está en su lugar. Es curioso que a pasar de que la espiritualidad es un apartado tan importante para el mexicano, hasta ahora no habíamos tenido una serie como esta, que rebosara y explotara esta relación tan interesante.
Y si bien es cierto que tiene muchos problemas, creo que logra hacer que estos mismo jueguen a su favor, para entregar un producto con un picor que al inicio no se siente, pero que conforme más te comes el taco, te das cuenta de que esa era la salsa picosa, o dicho de otra forma, que la serie fue muy entretenida y que, aunque la sufriste un poco, le podrías poner otra temporada a tu taco.