**POR MOTU**
Si eres el orgulloso dueño de una consola portátil de la familia DS de Nintendo, ya sea desde su primera versión tabique hasta el más reciente 3DS transgénico extra grande, es muy probable que estés familiarizado con las famosas flashcards R4 que han invadido poco a poco el mercado.
De inicio su utilidad original era prometedora, con ellas podrías explotar un potencial previamente desconocido de tu consola; ya sea que la usaras para escuchar música, leer textos, ver videos y hasta como una versátil PDA tipo Palm, al hacerte de una estabas ampliando significativamente la utilidad de tu dispositivo.
La posibilidad de cargar imágenes ROM sin necesidad de usar la tarjeta de juego también era (y sigue siendo) una excelente opción para transportar tu biblioteca completa sin necesidad de cargar con tantas cajitas y, sobre todo, es una buena forma de mantener a salvo tus tesoros resguardados en casa.
Desafortunadamente el lado oscuro de la moneda, como de costumbre, fue el mal uso que se le da a estas flashcards, pues así como se le pueden cargar los juegos que se compraron de manera legítima, también se le pueden cargar todos los demás, y con ello quiero decir literalmente TODOS, así sean exclusivos de otras regiones.
El problema ha llegado al grado cínico en que los vendedores de estas tarjetas suelen regalar discos o memorias SD cargadas con cientos de ROMs listos para jugarse. Como se podrán imaginar esto se ha convertido en un asunto muy delicado para Nintendo y otras empresas de esta industria, como lo es cualquier forma de piratería.
En 2009 la Gran N logró que se prohibiera en Japón de manera definitiva la venta de este tipo de tarjetas y, en 2011, que no se permitiera ni siquiera la importación de las mismas dentro de dicho país.
Ahora el gigante de los videojuegos ha dando otro golpe contundente, pues junto con otras 49 importantes empresas como Square Enix, Capcom y Namco Bandai, logró que un par de distribuidores de la R4 se vieran obligados por una corte de Tokio a indemnizar a cada una de éstas por una suma que se aproxima al millón de dólares americanos.
Para estos monstruos la suma no suena realmente impresionante, pero sin duda servirá como un buen ejemplo de lo que vendrá en su larga cruzada para erradicar por completo éste tipo de tarjetas (y otras formas de piratería), aún a pesar de sus otras prácticas e inofensivas aplicaciones (como el reproductor de música tipo iPod) que, desafortunadamente, han quedado de lado.
Las comunidades que apoyan el desarrollo de aplicaciones independientes y “caseras”, mejor conocidas como homebrew, han tratado de defender a capa y espada los usos legítimos de la tarjeta, pero como es casi imposible tener control sobre lo que hacen los usuarios con ella, parece inminente su desaparición del mercado formal.
¿Ustedes qué opinan? ¿Creen que este tipo de medidas sean para bien de la industria? ¿Conocen ustedes al primo de un amigo que es bien “piratota” y se verá fuertemente afectado? No se olviden de comentar y compartir en todas su redes.