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Ramen Festival 2019, jugando con mi lado otaku.

Como muchos de ustedes, está entre mis sueños viajar y conocer Japón. Y me apasiona todo lo relacionado a la cultura japonesa, anime, manga, historia, comida, vestimenta, idioma, etcétera.

El pasado fin de semana (17 y 18 de agosto) fue el festival de ramen (Natsu Matsuri). Varias veces al año (coincidiendo con los cambios de estación) La Asociación México Japonesa junto con Expo Japan, realizan festivales donde promueven la cultura japonesa.

Y la realidad es que he asistido a varios festivales anteriores, y lejos de mí normal “positivismo” en las notas, o cómo yo me considero una crítica “muy barco”, en esta ocasión quede muy insatisfecha por lo que mi punto de vista es más negativo.

Fue una muy mala organización. Desde la entrada me mandaron a diferentes filas (una disculpa porque creo que me “colaron” a una fila corta en la taquilla y entré antes). No había ni letreros, ni señales, ni suficiente personal indicando el proceso, ni el costo del museo del manga, y nadie sabía dónde formarse o hacia dónde ir.

El museo del manga fue una sección aparte, cuya entrada tenía un costo de cinco pesos, que en realidades era una pequeña biblioteca con 5 estanterías con manga en japonés, sin letreros, sin información ni traducción.

Después de tanta fila, y una entrada cara de cien pesos, entramos a la experiencia “un día en el metro de Tokio” (léase en tono sarcástico), ya que estaba excesivamente lleno, fueron horas más de fila para comprar un plato de Ramen o productos de matcha, o bebidas. En ocasiones era difícil distinguir si se estaba en la fila o solo avanzando por lo mismo de que no habían señalizaciones.

 

Entre los productos estaban cerveza Sapporo, Ramen Yamasan (únicamente traían una versión exclusiva pero picante), Daruma, Mikasa, Maruchan, etc. Es decir, productos que actualmente no son tan difíciles de conseguir, o restaurantes que ya hemos visitado previamente.

Había puestos con ventas de objetos como batas estilo yukata, algunos productos para obento, y dulces japoneses, pero era casi imposible acercarse a ver con tanta gente. Además de que los precios no eran oferta.

Hubo familias con carreolas a las que nadie avisó que era en un jardín con subidas y de difícil movilidad.

En años anteriores, habían más actividades (he aprendido dibujo en tinta china, cuidado de bonsai, exposiciones interesantes, transmisión de películas de anime, etc). 

Este año las actividades fueron escasas, hubo una pasarela de yukata (que poca gente pudo ver o apreciar), una exposición de muy pocas tapas de alcantarilla decoradas de Tokio.

Los organizadores en lugar de buscar calidad de su evento se enfocaron en cantidad, y en la avaricia de vender, sin importar la satisfacción de los asistentes. 

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