DR JABBERWOCKY |
No hay duda de que John Constantine es un excelente personaje, incluso puede que sea el mejor de Vértigo justo después de Dream of the Endless. Quienes conocemos más o menos su historia, esperábamos una adaptación más sólida en la pantalla chica a diferencia de lo ocurrido hace diez años, cuando la cinta protagonizada por el insípido Keanu Reeves vio la luz y de alguna forma el experimento impulsado por DC para competir con Marvel, culminó su primera temporada airado, aunque no sin accidentes. Triste fue la noticia cuando la cadena NBC detuvo la producción de la serie, y es que pese a entender varios de los motivos que llevaron a esta decisión, estoy en total desacuerdo.
Hora de la confesión. Antes de Keanu no tenía ni p*t@ idea de qué era Hellblazer y si no hubiera sido por esa película, la cual fui a ver por lo menos siete veces al cine, quizá hoy seguiría viviendo en mi cómoda burbuja de estupidez. Para mi fortuna, el filme marcó un instante emblemático en mi juventud, cuando la curiosidad me llevó a explorar diferentes narraciones en busca de una válvula de escape del aburrido drama adolescente, y así me acerqué por primera vez al sello Vértigo.
Nunca me he considerado un fanático a muerte de Hellblazer tanto como lo soy (y sigo siendo) de otros títulos, como The Sandman y Lucifer (las cuales ya tienen anunciadas sus respectivas adaptaciones); sin embargo, mi aprecio por el ocultista de Liverpool se magnificó cuando leí el trabajo de Garth Ennis, Jamie Delano, Brian Azzarello, Andy Diggle y muy especialmente, Mike Carey, pues su “Staring at the Wall” fue lo primero que leí.
Y así, como buen aficionado a los personajes de esa versión oscura y no tan popular de DC, también me emocioné cuando escuché que el personaje iba a ser llevado a la pantalla chica, tal como si Warner Bros. deseara expiar sus pecados tras el tropezón previo. Desarrollada por el siempre polémico David S. Goyer, a quien le debemos el guión de la inmaculada The Dark Knight de Nolan, así como del churrazo, Ghost Rider: Spirit of Vengeance, la serie retoma la figura sombría de un John Constantine más apegado a su era DC durante The New 52, que a su avatar original de Vértigo.
La trama no tiene nada de innovadora, incluso me pareció un rip-off de Angel en muchos sentidos: un misterioso hombre proveniente del Reino Unido que gusta de usar abrigo, busca redimir los pecados de su pasado con la ocasional ayuda de una bella acompañante y su amigo el rarito, y para lograrlo habrá de enfrentarse a las fuerzas de la oscuridad y a sus hordas de criaturas demoníacas como buenos detectives de lo sobrenatural… eso cubre cualquier similitud y sí, aunque Hellblazer fue primero que el engendro mal encarado de Joss Whedon, ambas parecen estar hermanadas de una u otra forma, especialmente por ser cesadas antes de tiempo por las verdaderas huestes del infierno, las cadenas de televisión.
Pero ¿qué sucedió? Tras tan sólo 13 episodios, la cadena nos dio cortón. ¡Estamos en el 2015, por favor! No es como si el rating siguiera siendo preponderante. No es noticia el que las cadenas de televisión abierta en Estados Unidos se hallen en decadencia (si me has leído, eres testigo de varias de mis rabietas concernientes al tema en otros artículos), los imbéciles ejecutivos siguen creyendo en la idea de que el éxito se basa en una medida obsoleta, no piensan como creativos.
Además, aún se mantienen varios vínculos morales con la sociedad -entiéndanse como eufemismos de hipocresía-, por lo cual es de esperarse que ciertas historias jamás vean la luz por cuestiones de censura, hecho que a los fanáticos de Constantine nos preocupó bastante dado el tono cutre y violento de la historieta. Donde series como Hannibal han sido la excepción, se esperaba quizá una adaptación audiovisual más o menos fiel; sin embargo, la temporada debut de Constantine sufrió de los mismos males que el resto de sus coetáneas basadas en personajes de historietas: escritores neófitos y espectadores intolerantes.
Se trató de una temporada inconsistente, con bastantes fallas y agujeros narrativos que reflejaron la flojera por parte de los escritores; empleó efectos visuales medianamente pasables que nos hicieron añorar la paleta de colores y las abominaciones del filme de 2005; y por momentos, la trama pareció sin rumbo, pese a valerse de un arco argumental para toda la temporada.
Si bien no todo fue miel sobre hojuelas, ver a Matt Ryan personificar a John resultó exquisito. Sí, le bajaron dos rayitas a su nivel de hijoputez, lo hicieron ligeramente más sensible y menos antiheroico, lo cual fue para bien si contamos con el creciente número de antihéroes y villanos en la televisión; la gente comienza a hartarse de eso, la tendencia de mercado cambia, la oferta se satura y es necesario darle un respiro al espectador, quien además de ser exigente (especialmente el fanático), tiene poca tolerancia, no en balde los ejecutivos decidieron eliminar al insufrible personaje de Liv Aberdine (Lucy Griffiths) tras el piloto e introducir un personaje más familiar, Zed (Angélica Celaya).
Por supuesto que la serie acertó con Matt Ryan, aunado a ello aprendió de sus errores episodio tras episodio y mejoró hasta volverse adictiva, aunque no necesariamente perfecta, pero he de reconocer su habilidad para sorprender a través de guiños al resto del mundillo oscuro de DC, desde lo propio de Hellblazer, como Ravenscar, los eventos de Newcastle, Gary Lester o el gran Papa Midnite interpretado por Michael James Shaw, hasta la aparición del casco de Doctor Fate y el diamante oscuro de Eclipso, así como de Felix Faust y Jim Corrigan, quien habrá de convertirse en The Spectre si se llega a materializar una segunda entrega.
El mérito de ésta ha residido en su potencial de expansión del universo oscuro de la editorial como no ha ocurrido en ninguna de las películas basadas en sus superhéroes y mucho menos en el resto de las caricaturezcas adaptaciones televisivas que hoy abundan en las señales de cable, llámense Arrow, Gotham o The Flash. Quizá el problema es, con más razón, externo y macroestructural al no cohesionar todas las adaptaciones audiovisuales de DC en un solo universo, a diferencia de lo ocurrido con Marvel.
Lo que a Constantine le ha faltado en inteligencia, le ha sobrado en gracia. Sus esfuerzos de mejora quizá no han sido suficientes ni fructíferos, pese a adaptar satisfactoriamente varias historias y subtramas de la fuente original, especialmente de los primeros números del cómic, los cuales fueron escritos por Jamie Delano por allá de 1988 (“A Feast of Friends” salió casi por completo de “Hunger” y “A Feast of Friends”). No obstante, nos han dejado deseosos por saber qué más puede ofrecernos.
Aún no hay un veredicto sobre su destino último, aunque considerando la tradición de NBC, como la de FOX, hay una gran probabilidad de que sea cancelada y quizá SyFy, The CW o algún otro canal de paga adquiera los derechos para continuarla, tal como ha sucedido con Arrested Development o, más recientemente, Community.
No creo que estemos ante el final de Constantine, pero sin duda este hecho debería servir para que las cadenas aprendan a escuchar a su público, de lo contrario es casi seguro que las próximas adaptaciones de material original de Vértigo corran la misma suerte, en especial Preacher y Lucifer, donde los ejecutivos parecen no tener ni p*t@ idea de qué van, ni han leído un solo número durante su miserable existencia.
Al final no es Hellblazer, ni Constantine del New 52. Estamos ante un material de horror y ficción sobrenatural entretenido, sin pretensiones, el cual en caso de sobrevivir, debería tomarse en serio a sí mismo tal como un fan lo espera, nos lo debe. Démosle el beneficio de la duda, en fin, nada puede ser peor a Gotham, ¿no? #SaveConstantine por favor.