En al menos un par de ocasiones he llegado a escuchar que uno de los motivos que explican el éxito tanto del manga como del anime, es porque abordan historias de todo tipo por más ordinarias o poco emocionantes que parezcan a primera vista. Y Thermae Romae Novae, lo confirma más allá de cualquier duda.
Recientemente estrenada en la plataforma Netflix, Thermae Romae Novae, que podemos traducir como Las nuevas termas de Roma, es un anime ambientando en la antigua Roma, en específico, durante el gobierno del emperador Adriano, que rigió dicho imperio entre los años 117 y 138.
Nuestro protagonista es Lucius Modestus, un arquitecto especializado en termas, o lo que es lo mismo, albercas de agua termal pensadas para la relajación, y que al parecer han sido muy populares para ciertas culturas, como la romana, obviamente.
Por lo que básicamente Thermae Romae Novae es la historia de un hombre ordinario haciendo un trabajo ordinario, salvo por el hecho de que, por alguna extraña razón, Lucius es capaz de viajar, de manera involuntaria, a través del tiempo y el espacio cuando se sumerge en algunas termas.
Nuestro ya no tan ordinario arquitecto no tiene ningún tipo de control sobre este hecho, e invariablemente termina llegando a un lugar de Japón en la época moderna, excepto por una vez que lo hace en el periodo feudal.
Lo curioso, o conveniente, si prefieres verlo así, es que su destino siempre se encuentra relacionado con baños de aguas termales, por los que los japoneses sienten una gran atracción, al punto que han montado toda una interesante cultura a su alrededor.
Lucius nunca llega a averiguar que viaja por el tiempo, y todo lo que su limitada percepción le permite saber, es que es transportado al mundo de la “gente de cara plana”, es decir, los japoneses, quienes lo llenan de asombro y maravilla con los adelantos en su oficio.
Como es de suponer, en un principio estos cambios de realidad lo aterran y en más de ocasión se siente amenazado por aquella extraña gente, sin embargo, al final termina por imponerse su curiosidad y termina cediendo al impulso de aprender y comprender lo que lo rodea.
Como he dicho, el protagonista no tiene ningún control sobre lo que le ocurre, y eso incluye el tiempo que puede permanecer en el futuro, aunque siempre, para conveniencia de la historia, resulta suficiente para que puede adquirir nuevos conocimientos e ideas.
Creado originalmente como un manga por la artista Mari Yamazaki, Thermae Romae ya tuvo una primera adaptación en formato anime allá por el 2012, así como dos películas de acción real, protagonizadas por actor Hiroshi Abe, estrenadas en los años 2012 y 2014.
Y ahora Netflix nos trae una nueva versión, con material extra creado por la autora original, y que precisamente recibe el nombre de Thermae Romae Novae, para diferenciarse de las adaptaciones previas.
Uno de los grandes aciertos de la serie es que su protagonista demuestra en prácticamente todo momento mucha seriedad y gran dignidad, y son precisamente esos rasgos de su carácter, y no la distancia histórica, lo que hace que choque con los japoneses durante sus viajes.
Aquí es donde radica la mayor parte del humor de Thermae Romae Novae, que además está muy bien implementado, pues sin caer en el error de ridiculizar a su protagonista, le saca mucho provecho al recurso del absurdo.
Ejemplos de esto los encontramos en el capítulo donde aparece desnudo en medio de una tienda de tinas, y la avergonzada encargada lo confunde con un importante cliente extranjero, o cuando va paseando en el festival, portando un ridículo peluche que para Lucius representa un trofeo invaluable.
Hasta cierto punto se puede considerar a Lucius un personaje algo básico, lo que me parece está hecho apropósito, para que así cumpla la función de ser un avatar del espectador y de esta manera podamos sorprendernos y maravillarnos al mismo tiempo de la cultura japonesa de las termas.
También es verdad que Thermae Romae Novae nunca explica cómo es que el protagonista puede viajar por el tiempo y el espacio, pero al igual que como sucede en La metamorfosis de Kafka, lo importante no es cómo Gregorio Samsa se convirtió en insecto.
Lo importante, y sobre todo interesante, es lo que se deriva de ese hecho fantástico. Es decir, sí, hay que suspender por un momento nuestra incredulidad, pero esta no es la primera, y seguro no será la última vez que alguien nos lo solicita para así poder disfrutar de una buena historia.
La estructura de cada capítulo resulta bastante simple, e incluso se puede decir que algo repetitiva: Lucius tiene un problema que resolver, cae al agua, viaja por el tiempo, descubre algo nuevo de la cultura japonesa, regresa a su propia época y resuelve el conflicto gracias a ese conocimiento.
Esto no es para nada malo, y de hecho esta repetición es muy común en el anime. Tan solo hay que recordar cosas como Dragon Ball o Caballeros del Zodiaco, historias en las que la misma trama se va repitiendo una y otra vez, pero no por ello dejan de ser divertidas.
Un añadido interesante que tiene Thermae Romae Novae, es que al final de cada capítulo se muestran partes de un pequeño documental sobre las termas de Japón, protagonizado por la autora, la mangaka Mari Yamazaki.
Un extra que vendrá muy bien a quienes gustan de la cultura japonesa, y que complementa una obra que de por sí ya es bastante disfrutable. Una obra que cuenta con una de las historias más originales que me ha tocado ver, y que tiene un final que solo puedo definir como satisfactorio.
LO BUENO
- Historia.
- Animación.
- Implementación de humor.
- Gran atención al detalle.
- El extra del minidocumental.
LO MALO
- Repetición de argumento.
LO FEO
- Que sigas leyendo esta reseña y no vayas a ver de inmediato Thermae Romae Novae.
VALORACIÓN: