MIGUEL SPÍNDOLA |
Aunque culturalmente los zombis nunca han perdido su estatus de “muerto-viviente”, si se toma en cuenta que son, por origen, un cadáver reanimado por el hechizo de un brujo Vudú, algunos de los zombis más reales que se han visto en los últimos años son los vistos en The Walking Dead, y mis favoritos, los Inferii de la saga de Harry Potter. De éstos últimos, un pasaje del sexto libro ilustra perfectamente su actuar: en un cuadro colgado en el aula de defensa contra las artes oscuras, el pie de foto decía algo como “resultado del ataque de un inferius” y según J.K. Rowling, se trataba de una masa irreconocible de sangre y huesos.
En los últimos años, muchos cineastas han fusionado dos visiones apocalípticas de la humanidad en una: el fin de nuestra era causado por enfermedades, y el apocalipsis zombi en una síntesis casi perfecta: la humanidad es atacada por un virus desconocido que transforma a quienes se contagian en… bueno, zombis. Ya saben, al estilo de Soy Leyenda: hombres que se transforman en seres violentos y que matan a personas para alimentarse de ellas, pero que de igual forma pueden morir porque aún no están muertos. En cualquier caso, siempre hay sangre involucrada… mucha sangre.
Pero, amantes del cine de zombis, del gore y de las tripas, no se hagan ilusiones. Retornados no es una película donde encontrarán la agresiva fórmula visual de no-muertos: sangre, vísceras y gritos a más no poder. Pero tampoco se sientan decepcionados, ya que de igual forma tiene su encanto. Además de contener la próximamente gastada fórmula del virus zombi, si vieron (y estoy seguro de que sí) Planet Terror de Robert Rodríguez, el tema de un compuesto químico que detiene la “enfermedad” no les es desconocido. Para no spoilearlos, dejaré ahí las referencias directas, pero a partir de la premisa de la contención de la enfermedad, es que nos topamos con una pregunta interesante: ¿qué pasa cuando los infectados, aunque estén controlados, viven como personas normales?
Aunque a muchos les suene como una versión zombificada, o tal vez 2.0 del VIH, lo cierto es que viendo más allá de la pantalla, se puede observar un dejo de reflexión sobre la naturaleza humana. ¿Cómo reaccionará la gente ante un posible rebrote de la letal enfermedad que amenaza con extinguir a la humanidad? El camino a un Apartheid con final feliz se abre a lo largo de la trama que no se va por la tangente. Es directa, simple y sin complicarse la existencia. Una historia en la que el protagonista tiene que enfrentar contra reloj, una tras otra, situaciones adversas que lo llevan a tomar una decisión de vida o muerte.
Me imagino qué piensan: una película de zombis sin (tantos) zombis. Pero esto es lo interesante. Retomando un poco la premisa del zombi como ser social que se ve en series como In The Flesh de George Romero, se sitúa a estos hombres y mujeres controlados, pero al fin infectados del virus mortal, como una nueva “clase” de personas. Se los teme, pero pocos de los no infectados saben realmente quién es uno de ellos, ni cuál es el riesgo real de convivir con ellos, aunque sí saben cómo se los llama: Los Retornados. ¿Por qué convivir con quienes significan un potencial riesgo sanitario para los demás? ¿Qué pueden hacer los ya infectados para seguir con sus vidas, ya de por sí marcadas por la enfermedad?
Sólo puedo decirles que vale la pena enterarse de la posible respuesta presentada en Retornados. En época de Halloween, es ideal para pasar un rato de tensión con sus amigos. Y si les sigue conflictuando la falta de tripas, les aviso de una vez que sí hay… pocas, pero sí las hay… y sí, también cerebros que salpican las paredes.
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