ATUSHI |
Aviso: El siguiente artículo no es apto para mentes estrechas o simplistas.
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“¿A poco te gustan esos monitos japoneses?
Yo creía que eras una persona normal.”
Hace algunos ayeres estaba buscando algo que me sirviera de inspiración para escribir un cuento, y en los confines de la red me topé con la anécdota de un otaku anónimo: semejantes palabras —las escritas en el párrafo anterior— se las había dicho la chica con la que llevaba tiempo saliendo, cuando ella supo que a él le gustaba la animación japonesa.
Había encontrado la materia prima para mi cuento. “Tsundere. Una persona normal“ fue el título que le di, y tuve la oportunidad de publicarlo en este mismo portal.
Mas, desde entonces, aquellas trece palabras han vuelto constantemente a mis pensamientos, desatando siempre una cadena interminable de preguntas. Preguntas que tarde o temprano, todo otaku se hace a sí mismo alguna vez:
“¿Qué significa ser un otaku?”
Podemos buscar la palabra en diccionarios, blogs especializados o textos científicos, y siempre obtendremos como conclusión general que otaku es cualquier persona a la que le guste el manga y/o el anime (sea el gusto más superfluo o el fanatismo más extremo).
Pero ¿realmente todo se reduce a eso? ¿A una triste y fría etiqueta? ¿Somos simples consumidores de una industria del entretenimiento?
Y la cosa no termina ahí: en su lugar de origen, Japón, la palabra “otaku” ha implicado gran desaprobación; los no-otakus la utilizan despectivamente, pues con ella se pretende desvalorizar al individuo que no es “socialmente sano o hábil”.
No sé ustedes, pero a mí eso me suena igualito a lo que se decía de los hippies, a finales de los años 60. Siempre las clases o generaciones más conservadoras son quienes toman partido contra aquello que desconocen, o les resulta chocante. Mas no cometamos (nosotros los otakus) el mismo error que ellos. Antes de juzgar, juzguémonos a nosotros mismos:
Si somos honestos, es fácil reconocer que uno no puede ser muy productivo mientras está mirando anime o leyendo un buen manga; y claro, los beneficios de hacerlo (pues sí los hay) son invisibles para los no-otakus. Pero, ahora bien, habría que preguntarle a las mamás y abuelas cuál es el provecho y el beneficio de ver telenovelas; a los padres y amigos, de olvidarse de todo para ver el fútbol; a los hermanos (as) y novios (as), de ir al concierto de su cantante o grupo favorito.
Todo es cuestión del placer, del bienestar personal, del éxtasis, de escaparse de la abrumadora realidad. Lo mismo ocurre con el manga y el anime.
“¿Cuáles son los beneficios del anime?”
El anime transmite valores, y aunque éstos son pensados específicamente para el público japonés, la mayoría son de carácter universal: enfrentar tus temores, valorar la verdadera amistad, luchar hasta el último segundo por la causa correcta, respetar a todos los seres vivos, nunca rendirte para alcanzar tus metas, ser humilde y bondadoso con los demás, trabajar en equipo, nunca juzgar a otros, etcétera. Se trata del crecimiento y desarrollo personal.
A diferencia de las caricaturas occidentales, los personajes de anime crecen física, mental y emocionalmente a medida que se suceden los capítulos. Y nosotros crecemos junto con ellos.
Claro, no se puede aseverar que todo es miel sobre hojuelas y que todos los animes transmitan cosas buenas. Es recomendable ser un poco selectivos al respecto; pero no demasiado, pues la gran mayoría de animes y mangas siempre dejan un buen sabor de boca. Uno se queda con la sensación de que ha aprendido algo bueno, por insignificante que sea.
“¿Entonces no es malo?”
Ser otaku no es algo inherente. Es una decisión personal (consciente o inconsciente). Uno mismo escoge serlo, y uno mismo es quien decide todos los días seguir siéndolo, o dejarlo.
Estoy convencido, como muchos de ustedes, de que ser otaku no es malo. Cada quien es responsable de hacer que su afición afecte positiva o negativamente otros aspectos de su vida. Todos los extremos son malos, pero una afición sana y responsable sólo puede traer cosas buenas.
Tal vez responsabilidad es una palabra que no queremos ni escuchar, cuando se trata de anime; sin embargo, como todo en la vida, es innegable que las cosas que nos ocurren son consecuencias de nuestras acciones. Ser responsable es estar consciente de ello.
El otaku irresponsable es otaku sobre todas la cosas.
El otaku responsable, antes que otaku, es humano.
Aclarado lo anterior, nos queda el asunto inicial:
“¿Pero qué significa ser otaku?”
¿Qué significado tiene entonces la apasionante sensación de bienestar que experimentamos cada vez que escuchamos los openings de nuestras series favoritas? Tantas emociones… Personajes que cambian nuestras vidas… Experiencias vividas en las convenciones… ¿Qué significa ser otaku? ¿Cuál es su propósito, más allá de tener algo en qué invertir el tiempo libre, alimentando a una industria comercial?
El despectivo significado original de la palabra “otaku” ha cambiado drásticamente en las últimas siete décadas. Actualmente se emplea para decir que alguien gusta del anime, como si fuese un adjetivo, para el entendimiento de los no-otakus.
Pero cuando la palabra “otaku” es dicha precisamente por un otaku, o usada entre ellos, adquiere una dimensión humana. Entonces “otaku” es un concepto abstracto: carece de significado concreto, pero implica múltiples significaciones (no es lo mismo que significados), por lo tanto el concepto se define a sí mismo.
Para que me entiendan mejor: algunas posibles significaciones serían los clichés propios de la vida otaku: ver mucho anime; consumir comida japonesa; comer con palillos; hablar en japonés; adoptar expresiones, posturas y costumbres típicas japonesas (copiadas de los personajes de anime); idealizar a Japón como el lugar perfecto para vivir; vestir atuendos japoneses o hacer cosplay de personajes de anime; asistir a convenciones; etc.
Ser otakus implica que hemos adoptado las significaciones que son más afines a nosotros mismos, y las hemos integrado a nuestra propia identidad, a lo que somos y que nos motiva día a día a convertirnos en mejores personas. Así como un aficionado al fútbol adopta el grito “¡PUTO!” como algo que lo identifica dentro de un grupo social y a su afición misma, el otaku adopta “¡ITADAKIMASU!” de la misma manera: permite al otaku identificar a otros otakus, y darse a conocer como tal entre estos últimos, logrando así un sentido de pertenencia a una comunidad, o grupo humano.
Ambas expresiones son prácticamente, dentro de sus respectivos contextos, sinónimos de: ¡LA UNIÓN HACE LA FUERZA!
“¿Qué es lo que tienen en común todos los otakus?”
No es el gusto por un estilo de dibujo, de música, de vestimenta, de pensamiento, de comportamiento o de vida. Esos son elementos distintivos, pero esencialmente secundarios.
En el fondo (muchas veces de forma inconsciente), lo que todos los otakus tienen en común es el profundo y aférrimo deseo de vivir en un mejor mundo. Curiosamente ese anhelo no es exclusivo de los otakus, sino propio de toda la raza humana.
Los otakus simplemente expresan y refuerzan ese ideal a través del anime: de las batallas que Gokú y los Caballeros de Bronce mantienen contra las fuerzas del mal; de cómo Gigi y Naruto se desviven por ayudar a los demás; del paradójico ir y venir entre la risa y el llanto que viven diariamente los alumnos de School Rumble y To Love Ru; de las canciones más llegadoras de Hokago Tea Time (K-On!) y Girl Dead Monster (Angel Beats); de las cosas más triviales de la vida de Konata Izumi (Lucky Star) y Doremi Harukaze (Ojamajo Doremi); del temblar de la tierra cada vez que los EVA (Neon Genesis Evangelion) y los Ganmen (Tengen Toppa Guerren Lagan) comienzan a luchar; de la desconsoladora muerte de Rika Furude (Higurashi no Naku Koro Ni); del intelecto superior de Light Yagami (Death Note); de la pasión incontenible de Haruhi Suzumiya; de los más extraños inventos de Doraemon y el Dr. Slump; de las sensuales pantis de montones y montones de lindas colegialas; de las filosas katanas y espadas samurái; de las toneladas y toneladas de arroz consumido; de la infinita cantidad de personajes cuyo único propósito es contrarnos su historia.
Ser otaku significa que has encontrado algo con lo que te identificas, porque en ello descubres, experimentas y reconoces algo más de ti mismo. Al mismo tiempo, te brinda la posibilidad de ser parte de una comunidad llena de seres humanos tan reales e interesantes como los mismos personajes de anime.
La comunidad otaku te acogerá todo el tiempo que necesites para darte cuenta de que, desde el día en que naciste, siempre has formado parte de una comunidad mucho más grande e interesante: la comunidad mundial.